Presidente general de JEC

Tan duro de contar…


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Brutalidad, asco, repulsa, miedo, tristeza, pena, condena, denuncia, crimen, castigo, perdón… son algunas de las palabras que resuenan en mí, tras leer durante los últimos meses sobre los casos de abusos sexuales dentro de la Iglesia y más aún después de la histórica cumbre antiabusos convocada por el Papa.

Ha llegado el momento de decir ¡basta! a los encubridores de miles de casos en todo el mundo, y de cientos (espero que no más) en España. Es un tema global, pero mi preocupación radica en las Iglesias locales, en las diócesis, en los obispos. Nos jugamos nuestra credibilidad, si es que todavía está en juego.

¡Basta! a los obispos que callan, ¡basta! a los que denuncian con medias palabras y ningún acto, ¡basta! a los que siguen empeñados en defenderse, ¡basta! de intentar camuflar los errores cometidos en el pasado que todavía pesan y seguimos cometiendo en el presente, ¡basta! de tanta mentira, ¡basta! de tanta hipocresía. Si realmente leen el Evangelio… ¡basta ya!

Crimen

Tanto la práctica de abusos como la preocupación por esconderlos son cuestiones que no contempla el Evangelio. Cuando la Iglesia da la espalda a las víctimas y se preocupa de sí misma y de su propia imagen, es que algo estamos olvidando.

Analizando humildemente las causas, los abusos suelen cometerse por miembros del clero o congregaciones religiosas masculinas contra niños, niñas, mujeres… es decir, realizados por hombres. Estamos pues, ante un problema no solo eclesial, si no de un sistema de patriarcado, de hombres que aprovechan su situación de poder para hacer el mal sistemáticamente. Ocurre esto con entrenadores, directores y actores de cine…

Qué cantidad de dolor provocado en miles de familias y personas que confían parte de la educación de sus pequeños a tales instituciones. Traumas psicológicos que pueden llegar a destrozar vidas.

Castigo

Son al menos 3 veces las que aparece la “recomendación a seguir” de Jesús ante tales casos de pecados (Mt 18,6; Mc 9,42; Lc 17,2): “Al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al fondo del mar”. Todo lo que esté por debajo de esto (salvando los más de 2.000 años) es traicionar a Jesús.



Muchos querríamos que de la cumbre celebrada en Roma hubieran salido medidas mucho más concretas, pero comprendo la dificultad y lentitud de estos procesos y el hecho histórico que supone la actuación del Papa, el cual no se libra de alguna que otra crítica (como alguna desacertada y desinformada declaración sobre mujeres y feminismos). Lo cierto es que sí se han dado claves claras de actuación, así como intención de trabajar intensamente en ello para sacar medidas concretas en las próximas semanas.

Espero que se actúe condenando los hechos con rotundidad y tomando la decisión de entregar a la justicia civil, acompañar psicológicamente a víctimas y abusadores, cuidando a las personas y admitiendo las deficiencias que tanto daño nos están haciendo.

Y si desde fuera quieren aprovechar para atacar, recojamos las críticas humildemente y sorprendamos dándoles razones para admitir que nuestra doctrina no es otra que el amor, y que no tenemos otra bandera que la palabra de Dios.

Pero una cosa está clara, y es que, como decía el cartel que inundaba la plaza de Colón de Madrid sobre el documental patrocinado por nuestro querido Netflix: tan duro de contar, que hay que contarlo.