Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Sugerencias epifánicas para el nuevo año (II): en el Jordán


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Me propongo completar estas sugerencias epifánicas con el triduo clásico, aunque poco conocido, de la adoración de los Magos (I), el Bautismo (II) y las Bodas de Caná (III).

La oración colecta del Bautismo nos recuerda que es un acontecimiento revelador, epifánico: “Dios todopoderoso y eterno, que en el bautismo de Cristo en el Jordán quisiste revelar solemnemente que Él era tu Hijo amado…”. ¿Será que la experiencia más esencial para comenzar toda misión en la vida es sabernos amados?



Puede resultarnos extraño acabar el tiempo de Navidad (Dios hecho Niño) con el Bautismo (un Jesús más que adulto que se va de casa para comenzar una etapa nueva en su vida). Pero en realidad, quizá sea lo más natural: cada persona crece identificando su propio nombre, su identidad más verdadera, hasta llegar un momento en que eliges y decides desplegar ese potencial que sientes dentro. Vocación y misión unidos como las dos caras de la misma moneda.

Con Klaus Berger

Esta vez nos vamos a ayudar de Klaus Berger, en su recomendable libro ‘Jesús’:

“La letal diferencia entre Dios y el ser humano sólo puede salvarla de forma duradera el propio anhelo y amor divino. Por eso, todo ángel ha de gritar a los seres humanos a los que se aparece: ‘¡No os asustéis! ¡No tengáis miedo!’; pues, a la vista de Dios, lo primero es el miedo. De ahí que lo que acontece con ocasión del bautismo de Jesús sea la condensación y superación de todos los llamamientos: ‘¡No os asustéis!”, en una única frase: “¡Te quiero como Hijo mío!’. El hecho de que Dios, el Dios grande e inaprehensible, ame a un ser humano resulta aún más incomprensible que la gloria divina” (p 65).

  • ¡Ay, nuestro miedo!, ¡ay ese gran enemigo de la vocación y la plenitud humana! Me parece una gran diferencia esencial entre lo humano y lo divino: tener o no tener miedo. Gran sugerencia epifánica para nuestro año: el miedo no es de Dios. O mejor dicho: dejarnos guiar por el miedo nunca responde al querer de Dios. Por eso, especialmente al comenzar una nueva etapa, una nueva misión, un nuevo proyecto vital, como Jesús en el Jordán, no hay nada más importante que escuchar de Dios: Te quiero, no tengas miedo, eres mi hijo, mi hija.

Romchamp

“El Espíritu Santo no es sino Dios mismo (…) Jesús percibe el movimiento de Dios hacia él, hacia su persona, en cierto sentido lo que él mismo es, el modo en que es Hijo de Dios. Este movimiento de arriba abajo está representado en la ermita de Ronchamp (en Franche-Comté, en el este de Francia) como una luz que, descendiendo por pozos verticales, ilumina el espacio. El arquitecto Le Corbusier ha plasmado de manera grandiosa lo que, en el lenguaje bíblico, es gracia y elección: la luz que procede de Dios y no quiere ni puede otra cosa que autocomunicarse, esclarecer por sí misma el oscuro valle” (p. 66).

  • Juan bautizaba en “Betania, al otro lado del Jordán” (Jn 1,28). Un lugar profundamente simbólico: camino de los patriarcas; a los pies del Monte Nebo, donde Moisés divisó la Tierra Prometida y supo que moriría sin entrar en ella; donde Elías fue arrebatado al finalizar su misión; y junto al Mar Muerto, en el lugar más bajo de la tierra. Esta pequeña capilla en Ronchamp expresa lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros: llenarnos de luz, iluminar lo que somos y hacernos bellamente habitables. Me parece que es lo más parecido al Espíritu Santo. ¿Qué tal si dejamos de obsesionarnos con cambiar-nos y hacemos espacio para que su luz lo llene todo?

“Lo decisivo es que el Espíritu de Dios descansa sobre Jesús, y así lo afirma también el relato apócrifo del bautismo que se recoge en el evangelio de los Hebreos: ‘Tú eres mi (lugar de) descanso’ (…) Si Dios, que es descanso y movimiento, viene a descansar en Jesús, entonces también se puede considerar a éste como el sábado tal como lo vivía el judaísmo del siglo I (…) Cuando nace Jesús, la creación contiene el aliento porque un Dios ha venido a él como la luz ilumina la oscuridad de un pozo” (pp 67-68).

  • ¿Qué tal un nuevo año donde aprendamos a descansar en Dios y Él pueda descansar en nosotros?, ¿qué tal vivir de tal manera que vivamos de tal forma que nos “descansemos” unos a otros en lugar de complicarnos la vida tantas veces?, ¿qué tal si viviéramos nuestra relación con Dios como un sabat, un lugar de paz, de serenidad, de menujah? Y no un descanso new age, aislados de todo, sino el descanso de quien sabe quién es, muy querido, y en esa confianza puede dejarse conducir al desierto, afrontar la tentación, compartir la vida, curar y hacer el bien. No me parece poca misión para quienes queremos seguir construyendo un poquito de Reino con Él. Siempre con Él.