Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Ser solidario


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La Doctrina Social de la Iglesia entiende que la solidaridad es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno, porque todos somos verdaderamente responsables de todos” (SRS, 38). La solidaridad no es un sentimiento, no es una tendencia, algo que está de moda y que hago porque me apetece o porque tengo esa sensibilidad. La solidaridad es una exigencia ética que nos anima a prestarnos ayuda mutua, a saber que nuestra felicidad depende no solo de lo nuestro, sino de lo que le sucede a los demás. Soy más feliz en la medida que los otros lo son también. Es la conciencia de que todos somos responsables de todos.

A la hora de plantearnos ser solidarios es bueno recordar cuáles son los elementos que tiene la solidaridad. El primero es el elemento compasivo. Ser compasivo es intentar empatizar con el otro, saber ponerse en su piel para comprenderlo. Solamente si intentamos pensar, sentir o estar como la persona que tenemos a nuestro lado, podremos ser solidaria con ella. La solidaridad comienza en la empatía, en ser el otro, en sentirse como el otro.

Pero no se queda ahí, tenemos que reconocer a ese otro como persona, como igual a mi, con la misma dignidad que yo, con el mismo valor que yo. Lo que la otra persona me aporta es tan valioso como lo que yo puedo aportar, no se puede ser solidario desde la superioridad, desde el estar por encima del otro, solamente se puede ser solidario si estamos a su mismo nivel.

 

Por último existe un elemento de universalización. Todos somos responsables de todos. Ello implica una opción por el bien común y una superación del egoísmo para la transformación de la realidad social y de aquellas estructuras que están perjudicando a los que son más débiles. Solamente en la medida en que somos conscientes de que la construcción de estructuras justas o injustas también es cosa nuestra, que somos también responsables de lo que le sucede a todas las personas que conviven ahora y en un futuro con nosotros, podemos asumir la solidaridad en su sentido más amplio.

La consecuencia directa más clara de estos tres elementos de la solidaridad es que ser solidario supone más “estar con” que “hacer cosas por”. Solo cuando acompañamos desde la humildad, solamente cuando aceptamos incondicionalmente la situación del otro podemos ser solidarios. Aquellos que piensan que pueden ayudar o que su concurso es imprescindible para algo, difícilmente van a vivir una verdadera solidaridad.