Reflexión sobre la carta encíclica Laudato si’: “Antropocentrismo y crisis ecológica”


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Desde antes de la denominada revolución industrial, el hombre en la búsqueda de su desarrollo con el uso de la ciencia y la tecnología en toda su magnitud, paulatinamente se ha alejado de la convivencia pacífica y armoniosa con el medio natural que le rodea. Sin lugar a duda, la miopía ética se ha empoderado del hombre con el fin de lograr su desarrollo pleno, sin importar los medios para alcanzar tal fin.



Observamos entonces un hombre egoísta, encerrado en sí mismo, consumido por el materialismo y el consumismo exagerados, que ha tenido enormes costos sociales y ambientales de altísimas consecuencias. Hoy se ven acentuados con mayor magnitud los impactos del cambio climático a nivel global. Al hombre se le atribuye ser el responsable directo de la crisis ambiental derivada de la interrupción de los procesos ecológicos esenciales que de forma armoniosa y en equilibrio mantiene la propia naturaleza.

Las consecuencias han sido graves en los últimos cincuenta años: una enorme variabilidad ambiental expresada en su conjunto en lo que hoy se conoce como el cambio climático, provocado por la propia actividad del hombre, que, buscando su desarrollo, ha ocasionado el desequilibrio ambiental por la emisión anual de millones de toneladas de gases de efecto invernadero procedentes de la industria, el comercio y la agricultura, entre otros sectores.

La crisis ecológica en nuestro planeta

El Papa Francisco ha indicado que, la crisis ecológica en nuestro planeta tiene su base en la “raíz humana”. El hombre herido por el pecado ha tomado como de su propiedad el planeta, nuestra casa común; ha equivocado su rol de ser buen administrador de la creación como obra maravillosa de Dios. Este hecho asociado a la búsqueda de su propia satisfacción, lo ha alejado de Dios, reemplazándolo por otros dioses como el dinero, el egoísmo, el consumismo, el materialismo, expresado en la búsqueda de un mayor crecimiento económico que se ha materializado en el hábito de tener y acumular bienes y riqueza.

No se puede negar que la ciencia y la tecnología han significado importantes progresos para la humanidad; sin embargo, han sido herramientas que el mismo hombre ha utilizado para afianzar su “poder” que lo hace sentirse superior a todo, incluso desafiando la existencia misma de Dios. La casa común se ha convertido entonces solo en un refugio donde la existencia humana tiende a perder sentido ante un mundo materializado y consumista basado en la explotación de los recursos de la tierra.

Esta conducta del hombre ha provocado que hoy día, los ecosistemas de la tierra, que albergan cientos de especies arbóreas, arbustivas, fauna y flora silvestre, se encuentran enfermos a consecuencia de la presión que ha ejercido sobre ellos. El hombre muy poco ha hecho para reponer los recursos que extrae de los ecosistemas, solo extrae, sin capacidad de reposición, de ahí que hemos entrado en una etapa de crisis ecológica sin precedentes. El planeta se ve en peligro en conjunto con la humanidad misma.

El extractivismo y la debilidad de los Estados

Además, la cultura extractivista no se detiene, avanza aceleradamente y lo vemos en ecosistemas vitales para vida del mundo como la región de la Amazonía, que se comparte en ocho países de Sudamérica; se observa también en Guatemala en el departamento de Petén, en la zona denominada Reserva de Biósfera Maya, donde la presión de la expansión de la ganadería asociada al narcotráfico no se detiene, la  cacería ilegal, los incendios forestales incontrolables y donde la ampliación de la frontera agrícola avanza aceleradamente.

Estos ecosistemas encierran toda una gama de bienes y servicios que son vitales para la vida del hombre en la tierra, sin embargo, su deterioro es notable. El deterioro de la casa común también se deriva de la debilidad de los Estados y la débil legislación ambiental para detener el deterioro de estos ecosistemas vitales. El hombre no se ha puesto a pensar que su vida depende de la vida del mismo planeta.

La tierra es un ser vivo donde hay correlación entre los elementos esenciales de la composición del hombre y de la composición del planeta; es decir, somos parte del planeta; los bosques son los pulmones de la tierra, el agua su sangre y el suelo su cuerpo. Es decir, es un ser vivo que reacciona a los estímulos e impactos provocados por el hombre; de ahí que se observa y se experimenta con mayor frecuencia fenómenos recurrentes como huracanes, sequías, heladas, que tienen un impacto social y económico elevado con la muerte de personas y destrucción de infraestructura, entre otros.

La globalización de la economía y su impacto en el planeta

El egoísmo del hombre lo ha llevado a encerrarse en sí mismo y considerarse como un ser capaz de ejercer dominio sobre el planeta para su satisfacción plena y absoluta, situación que lo ha conducido a ver y considerar todo lo demás que lo rodea como algo relativo. Es decir, su egoísmo lo lleva a considerarse él mismo como lo absoluto.

Ese egoísmo lo conduce a adorar su poder sin límites al extremo de someter a la propia creación y al planeta mismo a su dominio absoluto, lo cual ha acelerado esta crisis ambiental con impactos sociales y económicos que se agudizan en la vida actual y comprometen la vida de las generaciones futuras. Sin duda, esta conducta relativista ha empujado al hombre a ver su prójimo como un objeto más, hasta con cierto desprecio que lo hace explotarlo, marginarlo, aumentando así los altos niveles de pobreza y marginación social dentro de los países y entre países.

Sin duda, la globalización de la economía y la predominancia de un sistema materialista y consumista han acelerado que el supuesto “desarrollo” impacten sobre la sociedad y la naturaleza con daños inevitables. Además, este sistema prevaleciente también tiene otras implicaciones sociales que han influido e impactan directamente en la aceleración de esta crisis ambiental. La desfiguración del trabajo que es algo sagrado para la vida y supervivencia del hombre, se ha desviado de uno de sus fines, que es el cuidado y el prudente desarrollo de la creación como algo tangible y existente para procurar su conservación y equilibrio en armonía con la naturaleza misma. Sin duda, el sistema prevaleciente ve al hombre como un objeto más, como un objeto descartable, no como un capital social que puede potenciar para el sano crecimiento económico en armonía con la naturaleza y la conservación del planeta.

No puede pasar desapercibido que, con el avance científico y tecnológico, el hombre ha logrado avances significativos, llegando al extremo de la manipulación genética de plantas y animales. Por ejemplo, la experimentación con animales puede ser viable cuando se trate de buscar beneficios que contribuyan a salvar vidas humanas. Sin embargo, la posición de la Iglesia Católica es enfática en evitar hacer sufrir y sacrificar las vidas de los animales inútilmente.

Esto se observa especialmente en los altos índices de cacería animal ilegal en las zonas tropicales del mundo, donde cientos de especies son sacrificadas para el comercio de pieles, por ejemplo. Pero también se observa la cacería ilegal de otras especies para fines experimentales, donde no se respeta la vida de los animales silvestres como parte importante de la creación. Las distintas intervenciones que el hombre realiza en la naturaleza deben ser para ayudar a su desarrollo y no para destruirla.

El impacto de la deforestación y el avance de la frontera agrícola

Las técnicas para el manejo de los bosques deben orientarse hacia su manejo sustentable, procurando que éstos no se destruyan; sin embargo, hoy se observan grandes extensiones forestales sujetas a explotación para dar paso a cultivos extensivos como palma africana, la soya y otras especies vegetales que han sido modificadas genéticamente y que tienen fines eminentemente comerciales.

Muchas veces la introducción de este tipo de cultivos lleva consigo el desplazamiento de pequeños productores que practican agricultura de subsistencia como se ha documentado en la región de la Amazonía y en otras zonas del área centroamericana. Es necesario que el hombre vuelva su mirada hacia el planeta como su casa común, con una ética que implique aplicar sus valores morales hacia la naturaleza y también ver y actuar con misericordia hacia la naturaleza, como la expresión sublime de la creación de Dios.

Además, se necesita que el hombre dé el paso para actuar cultural y espiritualmente despojándose del “yo” y del egoísmo para voltear la mirada hacia una reconciliación consigo mismo y con Dios. En tanto el hombre no deje de ubicarse en el centro de atención hacia sí mismo, la conducta egoísta no será superada y continuará viendo y actuando con desprecio hacia la casa común. La ética ambiental jugará su papel en estas relaciones como la parte central que busque el rescate de la vida en el planeta y que se logre el equilibrio sobre la base de relaciones justas del hombre hacia la naturaleza.

Ética para la tierra

El teólogo Leonardo Boff en su libro ‘Una ética de la madre tierra ¿cómo cuidar la casa común?’ (2016) indica que personas notables en el mundo han señalado que: “o cambiamos nuestro estilo de vida o podremos empezar a recorrer un camino sin retorno”. Cambiar de estilo de vida significaría entonces, volver hacia atrás, dejando atrás ese mundo consumista y materialista que corroe la vida en el planeta. ¿Estamos inmersos en una crisis ecológica? ¿ya se presenta un deterioro en la casa común? Evidentemente sí estamos ante una crisis ecológica sin precedentes: una reducción anual de la cubierta de bosques en el mundo que significa menos oxígeno puro en el aire para el bienestar de la población; distribución injusta del recurso agua ante la falta de legislación y gobernabilidad, la carencia de agua se acentúa más en las comunidades pobres del mundo, en tanto que las grandes corporaciones y transnacionales se apropian de este valioso recurso de uso universal.

Además, la capacidad productiva de los suelos agrícolas cada vez es baja como consecuencia de su sobre explotación. La biodiversidad asociada en los ecosistemas naturales se agota paulatinamente donde desaparece diariamente material genético de valiosas especies animales y vegetales. Los grandes ecosistemas terrestres están enfermos y necesitan recobrar su salud. Es imprescindible que el hombre retome los principios éticos y los valores esenciales ligados a su existencia para evitar la continua destrucción del planeta.

Conclusiones

  1. La crisis actual en el planeta es producto de la misma actividad humana derivada del egoísmo del hombre que se resiste a reconocer la presencia de Dios.
  2. El consumismo exagerado en el hombre en la actualidad, ha tenido una incidencia directa en la destrucción de ecosistemas importantes en el planeta.

En términos de intervenciones gubernamentales hay una manifiesta debilidad ante las empresas transnacionales por explotar los recursos naturales de los ecosistemas, las cuales, dejan miseria y destrucción en los países donde operan.


Por José Miguel Leiva Pérez – Licenciado en Teología por la Universidad Galileo de Guatemala y exalumno de la Academia Internacional de Líderes Católicos