Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Querido San José


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Esta semana, ¿cómo no hablar de ti, querido san José? Además, en este año que se cumplen 150 de declararte patrono de la Iglesia universal.

A veces me pregunto qué cara se te quedará al ver las cosas que decimos de ti. Algo parecido me pasa cuando veo coronaciones marianas o cosas semejantes e imagino la cara de María, que tan bien conoces. Pero ese es otro tema.



Así que no quiero importunarte demasiado. Solo quiero compartirte tres deseos que me ha sugerido la Carta apostólica de Francisco ‘Patris Corde’. Aquí va:

  • Oscar/Goya al mejor actor de reparto. Eres un personaje secundario y a la vez eres clave, como tantos personajes secundarios. Quizá, todos lo somos, no? En el mejor de los casos y ojalá, somos protagonistas de nuestra propia vida, sin dejación de responsabilidades, sin dejar que otros vivan por nosotros. Pero a la vez, también somos personajes de reparto para los otros. Y podemos llegar a ser muy decisivos. Como dice el Papa que “durante estos meses de pandemia hemos podido experimentar que nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas pero, sin duda, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia (…) ¡Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad…, mostrando con pequeños gestos cotidianos cómo afrontar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración”. Así eres tú para mí. Un hombre valiente y, por eso, fiel. ¿Hay mayor fidelidad que hacer frente a la realidad y no plegarnos a ella aun cuando todo parece decirnos que lo “razonable” es tirar la toalla?
  • ¡Viva el Corazón de José! Pues sí: ¿no sería bonito tener un tercer corazón para celebrar junto al de Jesús y al de María? Sin igualar corazones ni confundir planos; simplemente, evidenciar que el corazón es el centro vital de la persona, afectiva y cognitivamente y eso marca la diferencia. Ni nuestros títulos, ni nuestro pasado ni nuestro futuro, ni los reconocimientos o desprecios… Solo nuestro corazón, como el tuyo. El corazón que es también, bíblicamente, sinónimo de humanidad y de identidad. Sede de lo que somos y de quién queremos ser. ¿Que llegamos a Belén con la esposa a punto de dar a luz y no nos dan posada? Pues acomodamos lo mejor posible un establo hasta convertirlo en el mejor lugar del mundo para los tres aquella noche (Lc 2,6-7). ¿Que el Herodes de turno viene dispuesto a matar al niño? Pues organizamos una huida en plena noche (sin mucha claridad) hacia Egipto que, de entrada, imagino no sería el lugar más deseado para ninguna familia hebrea. Francisco llama a esta actitud tuya “valentía creativa”. Y a mí me parece que bien merecería ser celebrado un corazón así.
  • ¡Por una “paternidad responsable”! Como un brindis: ¡por todo lo que nos sitúe en esa amplia gama del cuidado mutuo! Brindo contigo por elegir la ternura, la libertad, la familia en el sentido más amplio posible. Tú, José, encarnas la “paternidad responsable”, en sentido literal de cara a la más adecuada gestión de los hijos y de la familia, pero también en un sentido simbólico. Es reconocer cada uno la dimensión de autoridad y poder que se nos concede para el cuidado común y no para imponer nuestras propias normas y manías. Es acoger que no siempre lo más asentado y fuerte de nosotros es cauce de salvación, porque “lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1Cor 1,25). Nuestra tradición está llena de ejemplos en los que Dios elige la debilidad. Bendita debilidad que engendra vida y la sostiene responsablemente.

Quizá no son los tres rasgos que más decimos de ti. Pero hoy, déjame que convierta esta forma de ser tuya en deseos para mi y para cada uno de nosotros.

Querido San José, hombre fiel, corazón creativo, bendito personaje de reparto, cuidador prudente y responsable… ¡Ruega por nosotros!