¿Qué es la Navidad?


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A estas alturas, tratar de explicar qué es, en el fondo, la Navidad es tarea prácticamente imposible. Por una parte, muchos dirán que ya lo saben; por otra, a otros muchos quizá ni siquiera les importe. (Hemos de alegrarnos porque, según parece, hemos rescatado a uno de este segundo grupo: la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que últimamente no solo visita al Papa –eso sí, viajando en Falcon–, sino que incluso cita en las Cortes textos del evangelio).



En todo caso, por si el contenido de la Navidad se diluye por ser algo ya manido, viene bien recordar textos como el siguiente, paradójicamente procedente de la tradición judía:

“Contaban una parábola. ¿A qué se parece esto? A un rey que, cuando iba a salir a pasear con su labrador por la huerta, el labrador se le escondía. El rey decía al labrador: ‘¿Por qué te escondes de mí? Observa que yo soy como tú’. De la misma manera, el Santo –bendito sea– decía a aquellos justos: ‘¿Por qué tembláis delante de mí?’. Pues así, en el futuro que ha de venir, el Santo –bendito sea– paseará con los justos por el jardín del Edén. Y cuando los justos lo vean y se echen a temblar ante él, les dirá: ‘Observad que yo soy como vosotros’” (‘Sifrá’ Lv 26,12).

La legislación cultural, moral y social del Levítico

‘Sifrá’ es un comentario rabínico, probablemente de la segunda mitad del siglo III, que trata de explicar la complicada legislación cultural, moral y social del libro del Levítico. Pues bien, en ese libro bíblico, tan árido y alejado de nuestro mundo, hallamos perlas como esta, que es la que comenta el texto de ‘Sifrá’ citado: “Me pasearé en medio de vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lv 26,12).

Esta fórmula de la alianza es la que, para el cristianismo, se “actualiza” con y en Jesús, y es lo que se celebra en Navidad. Aparte de la figura de Jesús, la diferencia entre las tradiciones judía y cristiana reside en el “tiempo”. Mientras, para el judaísmo, la relación plena entre Dios y el ser humano (los justos) se proyecta al futuro (el jardín del Edén o paraíso), para el cristianismo eso ya ha sucedido y tiene su máxima expresión en la persona de Jesús: él es el Emmanuel, el “Dios con nosotros”. El evangelista Juan lo dice de otra manera: “Quien me ve a mí está viendo al Padre” (Jn 14,9).