José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Nosotros juntos (si nos dejan)


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Que quede claro: no se trata del tema de reuniones navideñas por el Covid. ¡Dios me libre! Hablo de migraciones. El lema 2020 para el Día Internacional del Migrante (18 de diciembre), promovido por las Naciones Unidas, es ‘Nosotros juntos’, invitando a que unidos podamos aprender, trabajar, jugar, etc. Es decir: vivir. No es mal consejo en estos tiempos si siguiéramos la invitación machadiana de que “la monedita del alma, se pierde si no se da”. Lo que sucede es que estamos en un largo periodo donde las políticas represivas migratorias –sobre todo de las del Ministerio de Interior–, las reacciones xenófobas, las dificultades de las crisis… lo que hacen es separarnos mucho más.



Seguimos despreciando la concreción de la oferta de los Pactos Mundiales para la Migración Segura, Ordenada y Regular​, un gran acuerdo intergubernamental promovido precisamente por Naciones Unidas que busca “mejorar la gobernabilidad de la migración y afrontar los desafíos asociados con la migración actual, así como reforzar la contribución de los migrantes y la migración al desarrollo sostenible”.

Este era el camino propuesto –’Nosotros juntos’–, iniciado con la firma de los pactos por parte de 164 países​, entre ellos España (y del que retiró Donald Trump a Estados Unidos y se marcharon otros Estados nada proclives a huir de populismos simplistas), en una conferencia de las Naciones Unidas celebrada en Marrakech (Marruecos), por estos días de diciembre de 2018. No se hablaba tanto de un tratado internacional, y no era (no es) formalmente vinculante para sus países firmantes en virtud del derecho internacional. Sin embargo, como otros acuerdos similares de la ONU, se considera un compromiso políticamente vinculante. Este es el camino. Y esos pactos siguen esperando la concreción y los hechos.

El Vaticano se adhirió a ellos, con ilusión, y la Iglesia quiere que no sea flor de un día. Por ello, junto al Papa –respaldados por el Evangelio–, se embarcaron en ir dando pasos para poderlos hacer aterrizar entre la gente al hilo de los cuatro verbos inspiradores de Francisco al respecto de los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Piedras angulares nuestro compromiso y acción ante los migrantes y refugiados.

Adviento migrante

Es coincidente la fecha de esta Jornada de la ONU con el tiempo religioso del Adviento. Por eso, el “todos juntos” del mensaje civil se puede engarzar con el tiempo religioso de la esperanza que nunca hemos de perder, aunque sea arriesgado, paciente, trabajoso y duro el acompañamiento migratorio.

Zygmunt Bauman decía que “con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos han perdido la capacidad de esperar”. Sin embargo, Adviento es el tiempo para fortalecer la capacidad de mantener la espera. Ahí tenemos mucho que aprender –bíblica y experiencialmente– de los migrantes, y su realidad social, además de su talante espiritual correspondiente a la fe en Cristo, “que hacen de la condición emigrante un paradigma de la vida cristiana y, al mismo tiempo, una estrategia testimonial marcada por el espíritu de resistencia y de aguante en el sufrimiento por la justicia con la valentía propia de las personas libres y haciendo siempre el bien” (Jose Cervantes Gavarrón).

Es preciso esperar, y a la vez denunciar. Así lo han hecho las recientes aportaciones del SJM por un lado y la Red Migrantes con derechos por otro.

El SJM con el rotundo informe 2020 sobre Frontera Sur (muy bien documentado y testimoniado), que lleva por título ‘Buscar Salida’, recogiendo la observación de Derechos Humanos desde la oficina de Melilla y analizando, de igual forma, las consecuencias sociales y jurídicas que el endurecimiento del control migratorio y otras prácticas lesivas (como las devoluciones sumarias) tienen en las personas migrantes, entre las que se encuentran solicitantes de asilo, víctimas de trata o menores de edad que buscan salida a su tránsito por Melilla.

Es denuncia porque va en contra del espíritu del ‘Nosotros Juntos’ de este día, al reflejar, por ejemplo, el riesgo sobre la vida y la integridad física que corren los migrantes para pedir asilo en la ciudad autónoma de Melilla, o la falta de garantías de las devoluciones sumarias en frontera, o las ímprobas dificultades para la libre circulación de solicitantes de asilo o la realidad de la separación familiar que tanto daño hace a las familias migrantes. Separar es también la desprotección de víctimas de trata y menores y jóvenes no acompañados, así como el impacto de la pandemia en los migrantes que en algunos casos ha estigmatizado más aún su situación.

Nosotros juntos. Es verdad. Aunándonos en las denuncias como también hace la Red Migrantes con Derechos en una nota con motivo del Día Mundial del Migrante, advirtiendo –entre otras cosas– sobre los riesgos de la no exacta aplicación de la doctrina constitucional en el caso de las devoluciones sumarias y las condiciones precisas para su aplicación que no siempre se cumplen. Y se abre la puerta de la valla que separa.

Nosotros juntos. Apiñándonos en torno al sueño papal (Francisco acaba de cumplir 84 jóvenes años) en la ‘Fratelli Tutti’ que también lo dice la certera nota de la Red invitándonos a recibir “la llegada de personas diferentes, que proceden de un contexto vital y cultural distinto”, como “un don, porque las historias de los migrantes también son historias de encuentro entre personas y entre culturas: para las comunidades y las sociedades a las que llegan son una oportunidad de enriquecimiento y de desarrollo humano integral de todos” (FT n. 133).

“Si vamos juntos a Belén, todos cabemos… tú también”, decía un bello villancico de Blanco Vega que he recordado y cantado muchas veces.

Hermanos, diversos.

Nosotros juntos.

Si nos dejan.