José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Negacionismo sinodal


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JUEVES

Conversaciones PPC. La sola presencia de Lidia Troya le da toda la autoridad que se le quiera otorgar. Por el tono. Por las formas. Por el fondo. No solo conmueve por traer a los heridos a la sala, sino que mueve a otros tantos a comprometerse. Me lo dice Ana. “Me siento llamada a acompañar”. Y necesitamos a tantos que acompañen…



SÁBADO

Vuelvo a casa de la Asamblea Sinodal. Interpelado. Por el escáner completo y complejo. Y por las sanas provocaciones. Más allá de las que colorean los titulares, de los que uno también participa. De Iglesia pa’ dentro, me runrunea un jaqueo personal que se proponga “un plan de acogida” para los alejados. Porque supondría replantearse toda la pastoral de iniciación cristiana. Y no sé si yo estoy preparado para asumirlo.

DOMINGO

Releo el documento sinodal. Tan relevantes son las presencias como las ausencias. No encuentro ninguna sugerencia a la vuelta de la misa tridentina. Tampoco veo que se hable de una Iglesia perseguida o arrinconada, sino, más bien, que se ha desconectado por méritos propios. Ni tan siquiera hace referencia a la “cultura de la cancelación” o al “movimiento woke”, términos neocon de referencia. Dos vías de reflexión.

Puede que sean cuestiones magnificadas desde algunos altavoces, pero que realmente no preocupan en los salones parroquiales. Quizás, el negacionismo ante el Sínodo sobre la sinodalidad ha sido tal que ni han querido expresarse por el cauce de la comunión, porque resulta más cómodo ejercer de oposición antisistema. O, tal vez, un poco de lo uno y de lo otro. Téngase en cuenta, por lo que pueda venir.

LUNES

Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. Funeral de Jesús Mariñas. Me imagino escribiendo desde arriba una crónica mordaz. Tenía contenido para ello. A la salida, el regalo de compartir mesa con Lola Herrera. Sí, Lola Herrera, con todos los superlativos que se le pueden añadir, además de señora. Amiga de Jesús desde los 18 años. Y ahora, el mayor consuelo de Elio. Tiene 86 años.

Ella no renuncia. Y comprende que cualquiera que esté en plenas facultades, aunque con algún achaque, siga en escena. “Enterrado completamente a Mario”, prepara obra para septiembre. Libreto nuevo. “A estas alturas puedo elegir lo que quiero. Y quiero solo teatro”. Habla sin pontificar, aunque podría. “No doy lecciones magistrales, porque nunca he sido magistral”. Y eso le hace todavía más grande.