Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Migración, desplazamiento y crisis


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En México, la cobertura mediática de los temas migratorios ha dejado al descubierto la situación humanitaria -que se vuelve crónica- del corredor migratorio hacia la frontera con Estados Unidos. Miles de familias, con niñas y niños, han decidido dejar su tierra y movilizarse en medio de la pandemia del Covid-19 con la firme convicción que esto representa una mejor opción de vida.



Y es que el fenómeno de la migración y el desplazamiento dejan ver solamente la punta del iceberg: consecuencias previsibles de los conflictos, las catástrofes y el colapso del paradigma de desarrollo que se agravan con la crisis sanitaria generada por el Covid-19. Según las estadísticas del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados: hay 26.3 millones de refugiados/ 45.7 millones de desplazados internos/ 4.2 millones de buscadores de asilo.

En la última década las crisis vinculadas a la migración han sido cada vez más frecuentes. Sucedió en Europa desde octubre de 2013 con el hundimiento de una embarcación en la isla italiana de Lampedusa, en la que perecieron casi cuatrocientas personas y trasciende hasta el flujo actual de migrantes vía marítima debido al conflicto en Siria; otra crisis se desató en 2015, cuando millones de africanos, afganos, sirios o iraquíes intentaban cruzar el Mediterráneo para huir de los conflictos y de la pobreza. Lo estamos viendo en estas mismas semanas en México con el repunte de familias y personas migrantes, principalmente provenientes de Centroamérica que están esperando una oportunidad de acceder a procesos de protección internacional en la región fronteriza del norte.

migrantes Guatemala

Cada historia de migración o desplazamiento comienza con un drama intensamente personal. Salir de casa es una decisión trascendental, resulta una elección de vida que influye en el devenir de la historia personal. Esta decisión es impulsada por sueños, temores, responsabilidades familiares, o expectativas en la familia o comunidad. Para otros, es una desesperada apuesta por la supervivencia debido a la situación crítica de violencia, al impacto que tiene el cambio climático o los desastres al arrebatarle a miles de familias sus medios de subsistencia.

El Boletín No. 3 de la Comisión Vaticana del Covid-19 aborda la situación de los migrantes y refugiados indicando como “el virus socava nuestra capacidad de resolver conflictos y complica los esfuerzos por restablecer la paz, al mismo tiempo los conflictos socavan la implementación y eficacia de las medidas de lucha contra el Covid-19. Pero no todos estamos en el mismo barco en este caso y los países pobres y las poblaciones vulnerables pagan el precio más alto”.

Crisis interconectadas

Las crisis actuales están interconectadas y están ampliando la brecha de desigualdad y seguridad entre sectores sociales, pero también entre “las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica”, destaca el Boletín. A la luz de esto, “no puede haber sanación verdadera si no hay paz. La reducción de los conflictos es la única posibilidad de reducir las injusticias y las desigualdades”. [1]

La situación compleja de las crisis humanitarias actuales nos interpela no simplemente como sociedades, sino también como comunidades de fe. Tenemos ya una larga tradición de albergar la solidaridad y la esperanza para los forasteros y forasteras que han emprendido nuevos caminos. El Covid-19 pone a prueba esa capacidad, pero con certeza nuestra caridad puede ser siempre la  brújula que mantiene el sentido aun en medio de las crisis.

 

[1] Boletín No. 3 de la Comisión Vaticana del Covid-19