Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Menopausia espiritual


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Al igual que el cuerpo femenino, que, alcanzada cierta edad, experimenta ciertos cambios físicos y hormonales, nuestro espíritu también va atravesando diferentes etapas que no podemos desoír, aprovechar y también tomar los resguardos para que no se vaya a malograr.



Lejos de ser un proceso de decadencia, deterioro o símbolo de un envejecimiento al que muchos temen, la menopausia física y espiritual es una gran oportunidad para que hombres y mujeres podamos vivir con mayor libertad, disfrutar más la vida, renunciar a lo superfluo y priorizar el ser y la sabiduría por sobre todo lo demás.

Adiós a “la hemorragia”

Dejar de menstruar todos los meses, para muchas mujeres, resulta un alivio muy relevante en la calidad de vida física y emocional, ya que, de uno u otro modo, esta dimensión nos conecta con nuestra fecundidad, pero también con la vulnerabilidad frente a otros y la responsabilidad infinita de generar vida. Espiritualmente hablando, algo similar se puede vivir si tomamos nuestro pasado y vulnerabilidad como un don que tuvimos, que nos dejó infinitos frutos, pero que ya no tenemos por qué seguir cargando. Es el momento propicio para dejar de invertir energía en nuestras heridas de infancia y traumas, para dar paso a una aceptación y paz interior que antes no podíamos administrar del todo bien.

Decimos adiós a la montaña rusa hormonal. La revoltura de hormonas por las que transitamos las mujeres en cada ciclo nos pone en la misma riqueza, belleza y complejidad de la luna. Oscilamos entre estados de ánimos menguantes, crecientes y nos vamos del lado luminoso al oscuro con mayor facilidad que los hombres. Eso genera mucha vida y creatividad, pero también un cansancio y desgaste global. Con la llegada de la menopausia, la montaña rusa emocional se comienza a suavizar y los lomajes son más llevaderos y la experiencia permite, muchas veces, transitarlas con más fluidez y libertad. La menopausia espiritual, a su vez, también nos aleja de los sobresaltos más extremos de cimas y simas del alma y una mirada más otoñal nos ayuda a ponderar con más prudencia todo lo que va pasando y a no solo reaccionar.

 

Renunciar a lo superfluo

La menopausia, sin embargo, como proceso vital no es solo miel sobre hojuelas; también implica cambios importantes que nos pueden costar. Definitivamente, es un sello de que la juventud se fue y que muchos aspectos de nuestra identidad realmente no eran esenciales y los debemos soltar. Hay que renunciar a la imagen, a la rapidez, a la primera línea, a la locura de figurar y de tener un nombre para vestirse frente a la sociedad.

Estas pérdidas paulatinas se van compensando, no obstante, con ganancias en autenticidad, en la certeza de ser amados gratuita e incondicionalmente y “sin pagar”, en la libertad para administrar la vida acorde al propósito más esencial y en poder priorizar lo importante por sobre lo superficial. La menopausia espiritual nos puede dar la gracia de ser y hacer el sueño que Dios tuvo con nosotros, más aliviados del deber ser y toda esclavitud existencial previa.

Algunos peligros a prevenir

Los médicos previenen con remedios como calcio y otros minerales las insuficiencias y posibles enfermedades que pudiesen aparecer con la edad. La principal es la osteoporosis, que debilita los huesos con el riesgo de que después se pueden quebrar con más facilidad. A nivel espiritual, esta etapa también nos exige algunos cuidados para que después no nos vayamos a fracturar. La dosis de “calcio” más importante es evitar el “edadismo o viejismo”, cayendo en prejuicios y estereotipos que dañan la autopercepción, la autoestima y la relación con los demás.

Habrá que enriquecer nuestra identidad para que sea flexible y para ello no nos podemos poner sedentarios bajo ninguna acepción. Hay que ejercitar más que nunca el espíritu, cultivar los vínculos y buscar en estas llanuras más mansas a otros que peregrinen en el camino de la santidad.