Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

La mejor versión de nuestro hermano


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Quiero pensar que mi familiaridad con las lenguas muertas es el origen de mis dificultades con las “vivas”, a las que he ido “matando” y fosilizando hasta limitarlas al lenguaje escrito. Esto y mi poco oído para la pronunciación hacen que abrir la boca en un idioma que no sea el castellano me produzca mucha tensión y bastante vergüenza. Creo que en este aspecto también se evidencia que soy un claro fruto de la EGB y del modo en que se impartía inglés en esa época. Sea como fuere, este año me he lanzado a la aventura y estoy yendo a clases de inglés junto a otros compañeros de la Facultad. No había vuelto a estudiarlo desde que abandoné el colegio, así que os podéis imaginar la “fluidez verbal” que tengo.



Descubrir potencialidades

El caso es que, además de reírme mucho, hay algo en el modo de enseñar de mi profesor gringo que me está ayudando mucho a sacudir mis temores. No sé si se lo cree tanto como lo expresa, pero constantemente nos muestra que es posible defendernos con esa lengua. Él descubre en nosotros potencialidades para el inglés que ninguno hubiera jurado que tenía. Además, transmite una confianza en tus capacidades que te lleva a compartir su misma convicción de que podemos conseguir la titulación que buscamos, implicándose hasta el punto de invertir tiempo y esfuerzo mucho más allá de lo estipulado.

A pesar de lo anecdótico de nuestra lucha por defendernos en la lengua de Shakespeare, la actitud de mi profesor me recuerda mucho a la que el propio Evangelio nos lanza en esa parábola de la higuera que no daba fruto (cf. Lc 13,6-9). Como él hace, estamos invitados a manejarnos por la vida como el personaje de la historia evangélica, que no da al árbol por perdido y reconoce su fertilidad oculta. Ojalá apostemos también nosotros por sacar a la luz la mejor versión de quienes tenemos delante, sacudiendo esos miedos paralizantes que a veces les asaltan y devolviéndoles, con nuestra manera de tratarlos, que son más capaces de vivir como sueñan de lo que ellos mismos creen. Ojalá todos nosotros fuéramos un poco más parecidos a mi profesor de inglés a la hora de cuidar a los demás.