¿Hay que creer en el diablo?


Compartir

Días atrás se cumplía el quincuagésimo aniversario de la publicación de ‘El exorcista’, novela de William Peter Blatty –basada en un hecho real– que dio lugar al guion de la película homónima que fue estrenada dos años más tarde.



Como se recordará, la película –y la novela– comienza con unas excavaciones arqueológicas en Iraq en las que se encuentra la figurilla de un demonio. Ese demonio que aparece es real: se trata de Pazuzu, un demonio de la mitología mesopotámica cuyas “virtudes” consistían en ser señor de la tormenta, la peste, las plagas, el delirio y la fiebre. Se han encontrado muchas imágenes de este demonio, por lo cual debemos suponer que, paradójicamente, era muy popular. Y es que a él se encomendaban las parturientas, para que las ayudase en ese difícil momento.

Pero ¿por qué las mujeres se confiaban a un demonio? La razón hay que buscarla en la “esposa” de Pazuzu. Lamashtu era el demonio femenino que arrebataba la vida de los lactantes y era la responsable de los abortos. Por eso, las mujeres apelaban a su “marido” –a pesar de ser un demonio–, que era el único que podía frenar la acción de su mujer.

El demonio, de paso por la Biblia

En la Biblia, aunque a algunas personas les pueda parecer extraño, la presencia del demonio es relativamente escasa. De hecho, en Israel esa figura fue desconocida durante siglos. El mal, al que necesariamente está ligado el demonio, se explicaba al principio como voluntad de Dios, el único Señor absoluto de la vida y de la muerte, de la felicidad y de la desgracia: “Pero ahora mirad: soy yo, solo yo, y no hay dios fuera de mí. Yo doy la muerte y la vida, yo hiero y yo curo, y no hay quien pueda librar de mi mano” (Dt 32,39).

El exorcista película diablo demonio satán satanás

Incluso, cuando se menciona a Satanás, este no es más que una especie de “fiscal” cuya tarea es poner a prueba a los seres humanos, pero siempre subordinado a Dios. Así lo leemos, por ejemplo, en el libro de Job, donde es presentado como uno de los “hijos de Dios”: “Un día, los hijos de Dios se presentaron ante el Señor; entre ellos apareció también Satán” (Job 1,6), que venía de “dar vueltas por la tierra” (v. 7).

La figura del diablo irá adquiriendo consistencia con el tiempo en la tradición de Israel, con la función de explicar el problema del mal. Pero, en todo caso, siempre como “alguien” que no puede ser comparado con Dios, el único Señor.