¿Hay cansancio entre el clero?


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La revista ‘Vida Nueva’ daba cuenta días atrás de un acto académico en la Universidad San Dámaso en el que se homenajeaba al cardenal arzobispo emérito Carlos Osoro por sus casi diez años de pastoreo de la diócesis. En la ‘lectio’ que pronunció el cardenal arzobispo emérito de Valladolid, D. Ricardo Blázquez mostró su “sorpresa por las últimas novedades editoriales, que hablan de sacerdotes cansados”. El cardenal se refería con toda probabilidad a una novedad de PPC, ‘El cansancio del clero‘, un libro de Antonio Ávila de reciente aparición. Más allá de la sorpresa de Blázquez y de la indiscutible oportunidad del libro de Ávila, el asunto me recordó un par de textos de la Escritura.



El primero, naturalmente, es el del profeta Elías en su viaje al Horeb, el monte del Señor: “Elías tuvo miedo [de la reina Jezabel], se levantó y se fue para poner a salvo su vida. Llegó a Berseba de Judá y allí dejó a su criado. Luego anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: ‘¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!’ Se recostó y quedó dormido bajo la retama” (1 Re 19,3-5). Es sabido que Elías fue reconfortado con una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua, preparado todo ello por un ángel, para que el profeta pudiera llegar a su destino tras cuarenta días con sus cuarenta noches de camino. No se trataba solo de cansancio físico, sino de un miedo que condujo a Elías a un desfondamiento personal.

El segundo texto bíblico que acudió a mi memoria es el de la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, sobre todo en la versión del evangelista Lucas: “En medio de su angustia, [Jesús] oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre” (Lc 22,44). Aquí Jesús no se desea la muerte, como Elías, sino que lucha agónicamente con su deseo de salir huyendo y no afrontar lo que le aguarda. Él no está cansado, no sufre ‘burnout’, pero le asusta ese futuro al que le han llevado las opciones que ha ido tomando en su vida, un miedo muy humano.

Dejarse morir o angustiarse pueden ser dos actitudes ante un futuro que no pinta bien. Pero, en los dos ejemplos bíblicos que acabamos de ver, un ángel consuela, es decir, la presencia de Dios está garantizada.