¿Es un gesto profético tirar figuras de la Pachamama al río?


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Como se recordará, en el pasado Sínodo sobre la Amazonía, dos jóvenes entraron en la iglesia de Santa María en Traspontina y robaron unas imágenes indígenas llevadas a Roma desde el Amazonas, arrojándolas más tarde al Tíber.

El cardenal Walter Brandmüller, uno de los oponentes declarados del papa Francisco, celebró ese hecho de los dos jóvenes no como un robo, sino como un “acto simbólico”, comparándolo incluso con la expulsión de los mercaderes del Templo por parte de Jesús.

Por lo que se ve, el cardenal Brandmüller había identificado la actuación de esos dos jóvenes con lo que en la Biblia se conocen como “gestos proféticos”. Estos gestos son “profecías en acción” –una imagen vale más que mil palabras–, como cuando Isaías anduvo durante tres años desnudo por Jerusalén (Is 20,1-6), o como cuando Jeremías rompió una vasija de barro (Jr 19,1-13), o como cuando Ezequiel no hizo duelo por la muerte de su esposa (Ez 24,15-24).

Incluso podríamos pensar que, habida cuenta de que Brandmüller piensa en clave de idolatría (esos jóvenes “han eliminado los horrores de la devastación de un lugar sagrado”), al purpurado se le habría pasado por la cabeza el texto de 1 Sam 5,1-5. En este texto se narra cómo el arca de la Alianza, capturada por los filisteos en batalla, es llevada al templo del dios Dagón en Asdod. Pero, a la mañana siguiente, se descubre que la estatua de Dagón está caída de bruces ante el arca.

Por tanto, es muy posible que el cardenal Brandmüller tenga razón cuando considera el hecho de arrojar al Tíber unas estatuas “idolátricas” como un gesto profético. El problema es que en el Antiguo Testamento también encontramos a “profetas falsos” haciendo gestos proféticos, como le ocurre a Jananías, que rompe un yugo que Jeremías se había puesto en el cuello como anuncio del sometimiento a Babilonia (Jr 28). O como a Sedecías, que con unos cuernos de hierro le anunciaba al rey de Israel –falsamente– que de esa misma manera embestiría a sus enemigos arameos hasta acabar con ellos (1 Re 22,11).

Así pues, el asunto no es que haya gestos proféticos, sino si esos gestos son llevados a cabo en cuanto profetas de Yahvé o de Baal.