Fernando Vidal, sociólogo, bloguero A su imagen
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Diario del coronavirus 2: un pueblo encuentra su canto


Compartir

Una esperanza recorre Europa: frente al coronavirus, hay un pueblo que encuentra su canto. Los vecinos salen espontáneamente a sus balcones y ventanas para unirse por la música y los aplausos. Algunos ofrecen la melodía de su trompeta, su guitarra, su violín o su batería. Otros sacan los altavoces e invitan a la gente a unirse a la canción. En muchas ocasiones, alguien comienza a cantar y se forma un coro multitudinario al que cada casa suma su voz. 



Nos habla de la sociedad civil que debemos formar, de la comunidad que debemos reconstruir. Tras la ‘Gran Desvinculación’ a que nos ha sometido el neoliberalismo, el relativismo y la superficialidad de nuestro tiempo, toca la ‘Gran Revinculación’. Tras haber sido deshilachadas hasta nuestras relaciones más íntimas, es necesario tejer juntos, desde las raíces de l agente y sus familias, una comunidad social reforzada. Ese es el canto por el que clama el corazón de la gente. 

Sucedió primero en Wuhan, donde los habitantes de las enormes torres se animaban con cánticos, lemas y aplaudiendo. 

Luego, la fuerza de la calle en Italia hizo que el fenómeno llegara a las televisiones y redes de todo el mundo. En uno de ellos, un hombre saca un simple pandero y canta y toca junto a su hija para levantar el ánimo del vecindario encerrado en cuarentena. Distintos vecinos se unen a él con alegría y descubren que hay un espíritu popular inquebrantable que saca de todos nosotros lo mejor. El hombre del pandero, en la ciudad de Benevento:

Cada uno aislado en su casa, pero la gente se siente más unida que nunca, conscientes de que estamos haciendo un esfuerzo colectivo para salvar vidas.  

Las ciudades parecen un gran monasterio, donde cada uno vive, piensa, escribe, contempla, quizás reza en su celda, unidos como nunca a todos los demás. Desde el silencio, desde la intimidad de cada uno, rompe a cantar el corazón de la gente y parece que es la propia calle, las propias piedras quienes cantan al modo de una oración compartida desde lo más hondo. Escuchad cómo sucede en una calle popular de Siena: 

Nos miramos de lejos, pero unidos en una misma misión: parar la curva de contagio de coronavirus para salvar vidas. En este patio de vecinos de Milán todo el mundo sale a compartir la lucha en que estamos inmersos, uniéndose en un coro que canta Il Mondo:

La letra, en estos días de cuarentena, resistencia popular y muerte del coronavirus, nos dice algo bien distinto y muy profundo: 

Cierro mis ojos para no extrañarte mas 

Y alrededor, el mundo gira como siempre 

Gira el mundo, giran las calles en la gente, 

Corazones que se encuentran, 

Corazones que se pierden 

Alegrías y dolores de la gente como yo. 

El mundo no sabe cuánto te quiero 

En esta Noche Oscura no sabemos bien qué decir. Todo se ha desbordado. Las previsiones se han visto sobrepasadas y ninguno podemos decir cómo y cuándo va a terminar todo esto. Pero podemos sentir todos un abrazo colectivo: a quien se queda en su casa, a quien está enfermo, a quienes día y noche luchan por nuestras vidas como sanitarios, fuerzas de seguridad, tenderos que siguen abiertos para que podamos comer, ong que atienden a los más vulnerables, como las personas sin hogar. A ellos les salimos a aplaudir. Por todos, cantaron también en Italia la canción “Abrázame” -de Marco Masini– como un modo de darnos con la música un abrazo colectivo que físicamente no podemos darnos:

 

“Abrázame, deja que el cielo se enamore un poco de nosotros, 

Dame calor, esta noche hace un frío como no lo ha hecho nunca, 

Tenemos solo esta eternidad 

Para contarnos todas nuestras heridas, 

Pero nos quedamos en silencio tú y yo, 

Perfectos desconocidos en sintonía, 

Dos líneas paralelas que se encuentran…” 

La canción está muy bien elegida: muchos de los vecinos y habitantes que nos unimos en un canto somos desconocidos, pero en sintonía; llevamos vidas paralelas, pero que se encuentran en esta noche oscura del coronavirus. Nos expresamos del modo más sublime como ama y se solidariza el ser humano: abrazándonos. Con un canto.  

Todo pueblo debe hallar la música que más profundamente suena en su espíritu. Los pueblos necesitan cantar juntos, porque es el modo en que mejor expresan la unión de sus almas. Las imágenes de los vecinos saliendo espontáneamente a cantar juntos a sus ventanas y balcones están siendo una gran inspiración para todos. No sabemos cuánto nos va a castigar todavía el coronavirus. Si sobrevivirán todos los nuestros o incluso si uno mismo caerá. Pero esa voz de Pavarotti en el fondo de esta noche oscura que todos compartimos nos señala que lo más humano es la esperanza, una esperanza contra toda dificultad, un amor que es capaz de vencer hasta a la muerte. Al alba, venceremos: