José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

De esta muerte nacerá una nueva vida


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El título no lo tomé de una frase bíblica, muy adecuada, sin embargo, en Pascua, sino que es un antetítulo promocional de la famosa serie televisiva de terror y drama ‘The Walking Dead’.

Hay muchas frases para el sentir cristiano de la pascua. Que por cierto no tiene nada de terror aunque sí de drama y no precisamente peliculero. El que quiero destacar es: “¿Qué tiene este muerto que a tantos vivos molesta? ¡Qué vive!”. Lo he repetido y propuesto muchos años por lo que tiene de experiencia vital (no pasiva como ante la TV) en estos días ante la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Y con Él adhiriendo a tantos crucificados y resucitados de la historia.



Por ejemplo, Victoria Esperanza Salazar, migrante salvadoreña que deja dos hijas por las que emigraba a Estados Unidos, brutalmente tratada hasta morir por parte de la policía mejicana. En las redes sociales se observa a Victoria Esperanza boca abajo, con las manos esposadas, mientras dos policías están sobre ella, uno con una rodilla a la altura de su espalda, ante una mujer sin resistencia. Cuando se percataron de que ya no se movía, subieron su cuerpo a un automóvil y marcharon. Su muerte como la de Romero y tantos otros en similares circunstancias empuja de nuevo a descubrir vida en la cruz. Esperanza y victoria (como los nombres de esta mujer). Hasta la extenuación si es posible.

Esperanza, muerte y resurección

Primero fue la esperanza de un futuro mejor. Dejó su tierra cinco años atrás por la violencia, la falta de trabajo, etc. Sueños nobles que movilizan los corazones sedientos de dignidad: “La decisión de emigrar no está motivada por la indiferencia hacia su patria o por la búsqueda de prosperidad económica, sino que es una cuestión de VIDA O MUERTE”, como dicen estupendamente los obispos mejicanos.

Después fue la muerte. Similar a la del asesinato de George Floyd, el afroamericano que murió bajo presionado por la policía de Minneapolis, en Estados Unidos. La muerte de Victoria no tuvo tanta repercusión. Como la de tantos muertos en vida que caminan huyendo por los senderos de la historia. Pero tras su muerte, en el cielo nos adelantarán los empobrecidos. Empuje para la vida también en la tierra. Así en la tierra como en el cielo.

Y, por último, la Resurrección: “¡Victoria tú reinarás, oh Cruz tus nos salvarás!”, que todavía se sigue cantando. Victoria como grito para aquellos crucificados que mueren o son apartados con armas u otros medios, incluidos los legales, porque molestan.

Victoria Esperanza Salazar migrante asesinada por la policía

La resurrección. La de Cristo –la tumba vacía como la primera señal de su resurrección– puede ser experimentada y transmitida por “los admirables efectos que ella produce”, según la frase de S. Ignacio. Por la consolación movilizadora que Cristo entrega en su resurrección apostamos por la vida de las víctimas. La resurrección de Cristo da la fuerza (vana es nuestra fe sin ella). Es decir, resucita cósmica y trasversalmente para atravesarnos vitalmente y potenciar nuestra capacidad para construir sociedad y Reino de Dios.

Los migrantes nos sirven de paradigma para la vida cristiana y como estrategia social en el horizonte de la fraternidad universal. Vida en medio de tanta muerte por la dimensión de la esperanza en Dios de los creyentes y que el migrante siempre tiene. Y mostrando, también ante los no creyentes, comportamientos convincentes de respeto, de disponibilidad y de bondad, que provocan extrañeza y admiración en medio de la hostilidad en la que viven.

La realidad social de los migrantes, de la diáspora latina, y otras (ahora con muchas fronteras cerradas como losas de sepulcro) y el talante vital correspondiente, o su confianza inquebrantable en Dios, hacen de la condición migrante un paradigma de la vida (también la cristiana) y es un testimonio marcado por el espíritu de resistencia en el sufrimiento por la justicia, con la valentía propia de las personas libres (1 Pe 3,14). La libertad de los que se afirman en la resurrección de Cristo.

De la muerte de Victoria Esperanza Salazar nacerá una nueva vida. Y no precisamente de película. No sé cómo. Pero nacerá. Naceremos.