“Seamos realistas, pidamos lo imposible”

(José María Arnaiz, SM- Ex Secretario General de la Unión de Superiores Generales) Escribo esta columna antes de que se acabe el mes de mayo de 2008. Cuarenta años después del mayo francés que me tocó vivir en Taizé por la imposibilidad de regresar a Fribourg, donde estaba estudiando, debido a las huelgas de trenes franceses. Además del título de esta columna, nos acordamos de otros muchos eslóganes acuñados en esos días: “Prohibido prohibir”, “Algo está pasando” (Bob Dylan), “La imaginación al poder”, “Todo lo que necesitas es amor” (J. Lennon), “Paz y amor”.

Me hubiera gustado que se hubiera evocado y comentado más esta fecha, y no quiero dejar de preguntarme: ¿Qué perdura en el tiempo de este impactante acontecimiento sociocultural? Mucho. Y de lo bueno y de lo malo. No hay duda de que fue la explosión más fuerte de postmodernidad. Sigue vigente la nefasta consigna “Sexo, drogas y rock&roll“; el “amor libre” también cambió la actitud, con frecuencia de manera inmadura, ante el sexo, y marcó varias de las relaciones interpersonales, entre ellas la de la pareja. Fue, y es positivo, el nacimiento de la conciencia feminista, la protesta fuerte contra le guerra de turno, la de Vietnam, todo el movimiento flower power y la contracultura permitió crear o reforzar el movimiento ecologista para mejor cuidar y gozar la naturaleza, surgió un espíritu internacionalista y solidario que persiste y se ha globalizado.

No conviene olvidar ese mítico mayo del 68. Casi podría decir que la utopía de esos días y el idealismo revolucionario de Martin Luther King y el no tan atinado del Che Guevara han sido reemplazados por el pragmatismo del mercado libre, que necesita correctivos fuertes y urgentes. Una buena parte de lo bueno se ha esfumado. Necesita una reedición corregida y quizás aumentada del mayo del 68 y una generación alerta y lúcida que la lidere.

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