Y, sin embargo, se mueve

(Juan María Laboa– Historiador, profesor emérito de la Universidad Pontificia Comillas)

“He acompañado durante unos días a un grupo pleno de vitalidad de sacerdotes, religiosas y matrimonios del mundo rural de Ciudad Rodrigo. Impresiona la carga de generosidad en la búsqueda de un cristianismo renovador en una sociedad aparentemente pasota”

Un año más parece haber pasado el Domund sin mucha pena y nada de gloria. Podríamos creer que, al estar en ambientes tan insípidos desde el punto de vista religioso, el que los continentes vayan pasando del animismo al nihilismo, sin pasar por una religión establecida, nos deja indiferentes, ya que si nos importa tan poco el que nuestros conciudadanos se desprendan de sus tradiciones religiosas, no vamos a preocuparnos por cuanto sucede en otros continentes. 

Sin embargo, la realidad es más compleja y positiva. Por una parte, seguimos recaudando una suma importante para las Iglesias del Tercer Mundo y, más importante aún, nuestro voluntariado sigue siendo relevante por su número, generosidad y su cooperación religiosa y social.

Otro tanto sucede si observamos la otra cara nacional. Estamos preocupados por lo que vemos, pero los árboles no debieran impedir descubrir el bosque. Resulta esperanzador contemplar muchos ámbitos eclesiales: cuántos párrocos jóvenes arriesgando con ilusión su existencia en situaciones límite; cuántos religiosos comprometidos con nuevas realidades que permiten el anuncio de Jesús donde parecería impensable; cuántos laicos que compaginan su vida familiar, no siempre fácil, con el testimonio y la solidaridad; cuántos sacerdotes que renuevan con ilusión la aparente rutina religiosa de millones de cristianos, de vida no por apagada, menos valiosa. He acompañado durante unos días a un grupo pleno de vitalidad de sacerdotes, religiosas y matrimonios del mundo rural de Ciudad Rodrigo. Impresiona la carga de generosidad en la búsqueda de un cristianismo renovador en una sociedad aparentemente pasota. Incluso los obispos, vistos de cerca, parecen más cristianos y eficaces.

No se trata de un momento de ofuscación, sino del convencimiento agradecido de que el espíritu del Señor sigue con nosotros.

En el nº 2.635 de Vida Nueva.

Compartir