ANTONIO DE MIER VÉLEZ (OSA), correo electrónico | Muy grande debe ser el número de parejas cristianas, aún con sentido de pertenencia a la Iglesia, que han ido dilatando la ocasión de decirse su amor formalmente ante Dios y ante la comunidad, o sea, que no han celebrado el sacramento del Matrimonio.
En unos casos, la motivación será la falta de dinero; en otros, que llegó un hijo inesperadamente; en otros, que ya lo harían más adelante (o quizá que se encuentran bien así)… Pero lo cierto es que, por una razón u otra, no se proponen en serio una fecha.
Por otro lado, presentan a sus hijos para que reciban el Bautismo, no excluyen en principio casarse en la Iglesia, conservan sentido de pertenencia católica, llevan las andas en la procesión, etc.
En el supuesto de que deseen decirse su amor ante Dios y no salte ningún otro inconveniente, ¿no les ayudarían las parroquias y las diócesis anunciando durante bastante tiempo que va a haber una ocasión (u ocasiones) en la cual se celebre ese sacramento, digamos, de modo extraordinario y colectivo?
Así, ante sus familias encontrarían disculpa para hacerlo de manera sencilla (hay quien huye de los fastos), se animarían unos a otros ante semejante ocasión y se pondría el acento en lo esencial.
Para animarles, también habría que decir que, tratándose de parejas consolidadas, debería reducirse a lo imprescindible el trámite del despacho parroquial.
De hecho, podría ser un jubileo del papa Francisco.
En el nº 2.900 de Vida Nueva
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