Religión en la escuela, una oportunidad

Escuela-con-crucifijo(Josep Chisvert Villena– Delegado Episcopal de Enseñanza. Obispado de Urgell-Andorra) Jean Jaurès (1859-1914), líder socialista francés y ateo declarado, expuso a su hijo la importancia del conocimiento del hecho religioso para su formación humana: “Querido hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión… Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré nunca… Tengo convicción decidida de que tu educación y tu instrucción sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión… porque la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización… No hace falta ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos aquellos que tienen facultad para serlo, pues, de lo contrario, la ignorancia los obliga a la irreligión”.

Josep-ChisvertRégis Debray, ministro socialista francés, propone la reintroducción en la enseñanza pública “del hecho religioso”, estimando que la religión y su proyección en la historia, la geografía y la cultura son una parte decisiva de la vida humana. Debray considera que “no es posible entender la gran pintura renacentista si no se conoce la historia de José, María y su hijo, Jesús. Alguien que visite un gran museo no sabrá qué está contemplando delante de san Sebastián: ¿se trata de un cowboy acribillado de flechas indias?”. Para él, “el estudio del hecho religioso no es más que la prolongación de las enseñanzas fundamentales. Un medio, como otro, de conocernos mejor. No se puede acceder al terreno de la actualidad más dramática, la geografía y los conflictos contemporáneos, sin el conocimiento de la expansión y el lugar de las religiones en el espacio y la geografía política”. 

Somos muchos los que creemos que la formación religiosa y moral, integrada en el currículum escolar, colabora a la finalidad educativa de formar personas responsables, conscientes, críticas y libres; aporta a los alumnos elementos para fundamentar su propia cosmovisión y su sistema de creencias y valores, dentro del respeto a su libertad y autonomía personal; los capacita para el respeto y diálogo con otras creencias presentes en nuestra sociedad pluralista; posibilita un equilibrio entre el desarrollo espiritual, psicológico y cultural del alumno, en su propio contexto histórico y ambiental, y ayuda a comprender nuestro patrimonio cultural y artístico. ¿Cómo entender nuestra historia y sus raíces sin el hecho religioso? 

La oferta y la presencia normal de la ERE ―Enseñanza Religiosa Escolar― en la escuela no debería ser una cuestión ideológica, sino un derecho fundamental de los padres, de cara a la educación integral de sus hijos, puesto que los valores espirituales forman parte esencial del desarrollo de la persona, como reconoce el artículo 27.3 de nuestra Constitución: “Los poderes públicos garantizarán el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones”. No podemos obviar esta parte del ser humano.

Algunas críticas interesadas a la asignatura de Religión han sido formuladas diciendo que la escuela no es el lugar de la catequesis, y que la religión no puede ser una disciplina académica. Cierto: clase de Religión y catequesis no se deben confundir. El ámbito propio de la catequesis como vivencia de la fe es la comunidad parroquial y la familia. Pero la clase de Religión tiene una finalidad específicamente cultural y, ya que es una exposición científica y razonada del fenómeno religioso en general y del cristianismo en particular, tiene su lugar en el ámbito escolar como una asignatura a elegir sin penalización.

Libertad y diálogo

La ERE se oferta desde la libertad, y todo el mundo tiene acceso sin trabas. Nuestra realidad actual, con pocos ideales referentes de los jóvenes, nos invita a valorar la religión en la escuela como una oportunidad. Es el momento de dar a conocer los grandes valores e interpretaciones de la vida humana, de estimar las propias raíces culturales, de educar a los niños y adolescentes en los valores del diálogo intercultural e intereligioso. ¿Lo piensan suficientemente los padres y los profesores, o caemos en los tópicos educativos sin nada de autocrítica?

Es la hora de hablar sin trampas. Miremos hacia delante con respecto al hecho religioso. Busquemos lo mejor para nuestro país: un sistema educativo que espolee a los alumnos a abrir las puertas a un conocimiento intelectual y cultural básico, que favorezca las demandas más grandes de las familias en este inicio del siglo XXI con rigor académico, sentido crítico y siempre abiertos al diálogo, porque sin diálogo no hay educación.

En el nº 2.670 de Vida Nueva.

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