Profesión, trabajo y sueldo

(José Moreno Losada– Consiliario del Movimiento de Profesionales Cristianos en Badajoz) El fin de semana nos hemos encontrado en Madrid, venidos de toda España, profesionales de ramas muy diversas -médicos, periodistas, ingenieros, maestros, investigadores, empresarios, enfermeros…- con el objetivo de reflexionar y estudiar acerca de la dimensión social y humana de nuestro trabajo. Hemos recordado y profundizado claves fundamentales acerca del trabajo humano, del ser profesional, todo ello situado en el actual contexto cultural y socioeconómico.

El dato fundamental a discernir ha sido la relación entre profesión, persona y sociedad. Descubríamos, una vez más, que cuando el centro vital y cultural de la sociedad se sitúa de un modo unidimensional en torno al dinero y a la relación producción-consumo, se entra en dinámicas mercantilistas en las que acaba diluyéndose la dimensión social y humana del trabajo profesional. Así, emergen objetivos y criterios que son de otro orden, siendo la consecuencia más inmediata el que se confunde el trabajo con el empleo y éste con el sueldo. Me explico: pasamos de un concepto del trabajo en el que entendemos por el mismo todo lo que realizo para responder a necesidades materiales, culturales y espirituales de las personas -ya sea dar clases en la universidad, cuidar a mi madre anciana o la preparación de una charla de ética profesional para un colectivo preocupado por su colegio de educación especial que me lo ha pedido-, a una visión de puro contrato que se cifra en la realidad de un sueldo, que acaba convirtiéndose en el horizonte fundamental, porque desde él consumo y disfruto; siendo el sueldo el que me permite elegir lo que deseo, frente a lo que realmente necesito. Ahí está el peligro que afecta a todos los profesionales, al entrar en una dinámica laboral que produce, a la larga, insatisfacción en el mismo profesional y deshumanización en la sociedad, llegándose incluso a perder el sentido del servicio y los códigos deontológicos, para desarrollar sin fin los jurídicos-defensivos, y aspirando a un éxito que se define cuantitativa y superficialmente. 

Ante este peligro real hemos considerado fundamental la necesidad de reivindicar la profesión y su ejercicio como instrumento de humanización tanto para el que la realiza como para los que reciben su atención y servicio, que son los que realmente justifican su existencia. Estamos convencidos de que el “otro” como horizonte, es el que da sentido a mi profesión y me puede llenar la vida, aunque el bien externo del sueldo también tenga su lugar y su importancia. Nos ha quedado claro que el trabajo profesional es mucho más que un sueldo; que en el ser y en el ejercicio profesional está en juego la persona y la capacidad de humanizar el mundo y hacerlo más justo, solidario y fraterno. Estamos convencidos de que, en medio de la crisis, no sólo faltan soluciones externas de consumo y empleo, sino que es necesario, hoy más que nunca, también humanizar el ejercicio profesional, orientando el trabajo hacia la justicia, poniendo a la persona en el centro y actuando desde lo profundo de ser, por encima de la externalidad del tener. La crisis no sólo es económica, sino humana. Necesitamos un paradigma nuevo en el que el trabajo y las profesiones sean realmente algo mucho más que un sueldo; hemos de luchar por recuperar el verdadero sentido del trabajo, saliendo de la pura mercantilización, recuperando la ética profesional y el sentido vocacional de la profesión, para poner a la persona y no al consumo sin más en el centro de la cultura y la economía.

En el nº 2.663 de Vida Nueva.

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