Nueva cultura cristiana

(Jesús Sánchez Adalid– Sacerdote y periodista)

“Esta nueva cultura es ‘nueva en su forma, nueva en su método, nueva en su fervor’. Decimos ‘nueva’ cultura cristiana, porque aun estando en continuidad con las raíces, no se queda anclada en formas antiguas, sino que sabe proponer la esencia inmutable con nuevos lenguajes y nuevas formas”

El postmodernismo filosófico diagnosticó la entrada en una cultura postcristiana como consecuencia de su aceptación de la tesis nietzscheana de la “muerte” o “eclipse” de Dios. Sin embargo, y a pesar de este rechazo, los numerosos simulacros sustitutivos secularizados no han sido capaces de alumbrar algo nuevo. Si acaso, únicamente sobresale la machacona obsesión que pretende que la religión se conciba sólo como un residuo cultural o una simple creencia privada. Quienes se empeñan en sustentar sus convicciones en el aire ya deben de estar dándose cuenta de la imposibilidad de esta tarea.

A nuestro entender, el gran error consiste en identificar cultura cristiana con el retorno a la confesionalidad del Estado, o a las viejas y muy peligrosas alianzas entre el trono y el altar. Este temor embarga a quienes se atienen a lo más visible de la historia, a lo superficial, y tienden a pensar que la clave de la difusión del cristianismo residió en su nacimiento en el ámbito universalista del Imperio Romano.

Cuando hoy se habla de una “nueva cultura cristiana” no se pretende restaurar la cristiandad, como ya señaló Maritain en Religión y Cultura. Haciendo uso de la expresión acuñada por Juan Pablo II, al hablar de “nueva evangelización”, esta nueva cultura es “nueva en su forma, nueva en su método, nueva en su fervor”. Decimos “nueva” cultura cristiana, porque aun estando en continuidad con las raíces, no se queda anclada en formas antiguas, sino que sabe proponer la esencia inmutable con nuevos lenguajes y nuevas formas.

Cuando la esperanza se desvanece, las culturas mueren. Y la fe cristiana, lejos de ponerlas en peligro o de empobrecerlas, les aporta un suplemento de alegría y de belleza, de sentido, de verdad y de bondad. Me permito apuntar otra clave: no hay una cultura cristiana sin cristianos, aunque pueda haber cultura cristiana sin que muchos de sus miembros lo sean. Existe una cultura cristiana, aunque el cristianismo no es una mera cultura.

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