No es un derecho, es un problema

(Alfredo Tamayo Ayestarán– San Sebastián) Me refiero al aborto. Es, a todas luces, un problema que divide al máximo los ánimos de los ciudadanos. Después de haber dedicado tiempo a leer estudios y opiniones sobre el particular, he llegado a una serie de conclusiones que me gustaría exponer modestamente, sin ánimo alguno de sentar cátedra de nada.

1. No se puede abordar el problema ético y jurídico que presenta el aborto con visceralidad y simplismo. No creo que constituya un derecho, pero sí un problema grave y difícil desde muchos puntos de vista. Están fuera de lugar los que Unamuno denominaba “furor teológico y antiteológico”.

2. Tenemos, en primer lugar, que escuchar a los científicos en lo que compete a su territorio. En concreto, cuando nos informan sobre las diversas fases que atraviesa la nueva vida, sobre la información genética de que es portadora y sobre el factor materno que influye desde lo que llaman “nicho uterino”.

3. Creo que las religiones no deben invadir el territorio científico, en el que no son competentes, y renunciar de entrada a cualquier talante de omnisapiencia que tanto daño y descrédito les causa y les ha causado.

4. La misma advertencia haría a cierto laicismo omnisapiente convertido en religión de sustitución, y presente hoy en algunos de los que nos gobiernan.

5. No es, a mi parecer, un derecho de la mujer el constituirse en dueña y señora de la vida y de la muerte de un ser que, si no tiene hoy por hoy sustantividad humana plena, la va a tener si no se le impide.

6. El nuevo proyecto de ley deja al nuevo ser sin protección legal y penal alguna, por debajo de especies animales como el oso pardo y el lince ibérico, que sí la tienen.

7. Me resultan rechazables por su frivolidad frases como que, “en adelante, el aborto va a ser meramente asunto de la sanidad” (ministra de Igualdad). Tambien hechos como otorgar la licencia de expedir el fármaco abortivo RU 486 sin necesidad de receta médica; la posibilidad de proceder al aborto de menores de edad sin licencia de sus padres, y el pasar por alto las heridas anímicas que deja en tantas mujeres el poner fin al ser que lleva en su seno.

8.
Y por encima de todo esto, no comprendo cómo nuestro Gobierno se empeña en sacar adelante una ley contra el parecer de millones de ciudadanos y que acrecienta, una vez más, la funesta dialéctica de las dos Españas.

En el nº 2.683 de Vida Nueva.

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