Ni pan ni circo

(Ramón Armengod– Madrid) A los madrileños, o simplemente a los que residimos en Madrid, nos ha tocado una época contracorriente: tenemos un Gobierno socialista y un alcalde ‘popular’, una autonomía también conservadora con menos ayudas por parte del Gobierno socialista de las que merecería.

El Ayuntamiento de Madrid presenta un déficit de casi 8.000 millones de euros, mientras que el segundo ayuntamiento deudor de España, el de la otra gran ciudad, Barcelona, se cifra en 800 millones. El alcalde Gallardón, haciendo honor a su nombre, había enfilado su proa política y social hacia la designación de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos de 2016.

Con desencanto, tan sublime corazonada se evaporó, quedando el paisaje urbano herido por zanjas que no sabemos cómo serán recubiertas y planificadas. Y sin embargo debemos agradecer a la Providencia olímpica el que nos haya evitado poder justificar más zanjas urbanas en los próximos años, pues no es lo mismo una deuda municipal sin porvenir, que una deuda de ayuntamiento con visos de objetivos grandiosos.

De momento se van a aumentar los impuestos municipales, al igual que siguen las subidas de la presión fiscal de un Gobierno socialista, incapaz de cumplir con sus promesas y principios en medio de una crisis económica internacional. Aunque la oposición conservadora critique a gritos el retraso, las ilusiones embusteras y la fragmentación del enfoque gubernamental de la crisis, tampoco sabemos cuál hubiera sido el coste del tratamiento del PP al caos económico español; una oposición socialista no sólo lo sería en el Parlamento, sino en las calles: ¿qué hubiese sido más destructivo, la superficialidad e inoperancia del Gobierno de Zapatero o el ordenamiento de la crisis por un Gobierno ‘reaccionario’, que se hubiese hecho cargo del Estado y de la economía después de un mandato socialista…?

Desde el punto de vista cristiano, tenemos ahora un documento precioso, la última encíclica del papa Benedicto XVI, no sólo doctrinal, sino con vías trazadas entre principios católicos y realidad globalizadora con su seno envenenado por la utilización del mercado liberal sin una ética o una honorabilidad capitalista, si tal cosa fuera posible.

Aunque los católicos comprometidos seamos ahora una minoría dentro de España, como reconoce en su columna de Vida Nueva monseñor Sebastián (nº 2.677), gran y valiente conocedor del peso de nuestra Iglesia Católica en la España fragmentada en 17 mercados y con una falta de valores tan grave en el aspecto financiero y económico como en el de las costumbres sexuales y respeto a la vida, tenemos el deber y el derecho de luchar contra el paro y la reconstrucción social.

En el nº 2.681 de Vida Nueva.

Compartir