Jubilados y mayores volcados en la evangelización

(Ramón Armengod– Vicepresidente del Movimiento de Vida Ascendente) Vida Ascendente tiene un título que no corresponde al que podría darse a la acción eclesial en la etapa, cada vez más larga y con más miembros en Europa, de la vida humana: la “tercera edad”, eufemismo utilizado en nuestro tiempo para designar lo que antes se llamaba vejez, senectud, etc., con sus connotados de pérdida de facultades, fragilidad y límite de la vida humana.

De esta valoración sólo se libraba la supuesta experiencia que dan años y desengaños y la mentalidad patriarcal de hacer de tales expertos los jueces y legisladores superiores en las sociedades primitivas, tanto por la lentitud en los cam- bios e innovaciones, como por la cortedad de la vida humana. La longevidad bien aprovechada permitía una transmisión más rica de tradiciones y experiencias y, en lo político, el que los señores, de ahí “senadores”, tuvieran un papel decisivo y derecho propio en la constitución sociológica de los Estados primitivos.

A partir del siglo XX, el alargamiento de la vida y los incesantes cambios culturales y tecnológicos superan este esquema; los viejos o senadores se convierten en “mayores”, utilizando como un continuo el concepto de “mayoría de edad”, es decir, madurez dentro de la igualdad sociopolítica, sin aludir a la decadencia biológica ni a la pérdida de su influencia social. El cristianismo heredó de la religiosidad judía el respeto por los viejos, entendidos como padres, así como la experiencia de que la maldad humana no siempre respetaba y obedecía a los mayores, cuando carecían de poder y, además, se convertían en una carga para la vitalidad e individualismo de las generaciones siguientes. La existencia del Cuarto Mandamiento nos revela, de un lado, la importancia de la paternidad en la obra de Dios; del otro, los atentados de los hombres-hijos contra dicha paternidad, en la sociedad y tiempo humanos.

Espiritualidad renovada

La espiritualidad que se desprendía de la catequesis para viejos era la de la salvación del abismo del que los jóvenes se olvidaban, distraídos como estaban en su estallido biológico, pero que para los viejos era no sólo inescapable, sino próximo. Todo lo demás era secundario: el lamento de las culturas sobre la ancianidad, la veneración por los antepasados, etc.: el Juicio Final adelantado en el juicio particular era el centro de una religiosidad a la que se unían la debilidad y tristeza de la última edad. Los hijos, los parientes en su caso, y las órdenes religiosas debían mantener vivos tanto el temor de Dios como un cierto cuidado anti-eutanásico. Los últimos pontífices, especialmente Juan Pablo II, han renovado la espiritualidad de la “tercera” y “cuarta” edades, en parte por seguir con atención y prontitud los cambios de la valoración y realidad social de la vejez en el mundo desarrollado: alargamiento de la vida, mejora del tratamiento médico de la “tercera edad”, aunque no se haya llegado a garantizar que la longevidad vaya acompañada necesariamente de “calidad de vida”. A pesar de que el voto de los “mayores” sea más importante para políticos que para eclesiásticos, que la catequesis y preocupación de la Iglesia por su futuro esté orientada a los jóvenes y que algunos sacerdotes sientan la presencia mayoritaria de “mayores” en sus iglesias como un dato negativo, los Papas enfocan la espiritualidad de la “tercera edad” como un testimonio y experiencia de fe transmisible a hijos y nietos en el seno familiar (incluso cuando la generación de los hijos ha sido la que se haya alejado de la Iglesia). Los “mayores” son contemplados como los garantes de una saga que ellos mismos, muchas veces, han sido incapaces de hacer perdurar, y el cambio de la catequesis del miedo y del Juicio Final a la del Dios Padre perdonador de todo, antes incluso del arrepentimiento humano, han ayudado a que el anciano espere la muerte como un tránsito y no como un callejón oscuro.

En realidad, nunca sabremos desde este lado cómo es morir, pero sin duda el morir de un José Luis Martín Descalzo como un despertar a la Luz, antes era un privilegio de María, ganado sobrenaturalmente. En la nueva catequesis es una consecuencia necesaria de la Resurrección de Cristo con nosotros, mejor aún que nuestra resurrección en Cristo.

Descargados de este temor, quedan más fuerzas para aceptar las temibles limitaciones de la vejez, la invalidez de la “cuarta edad”, los pequeños y constantes dolores, las pérdidas de memoria que nos reducen irremisiblemente a un presente, con un pasado imperfecto y un futuro amenazante.

Los nuevos peligros de la “tercera edad” aparecen cuando se deja de ser válido. Mientras que los jubilados pueden ser una ayuda gratuita para familiares o para grupos sociales, se les considera e, incluso, agradece su acción: en cuanto se convierten en una carga para la familia nuclear que capitalismo y “modernidad” han moldeado, han de ser las soluciones sociales (prestaciones para la dependencia, etc.) las que se hagan cargo de lo que antes resolvía la familia patriarcal. En ello, la integración de la mujer en el mercado laboral y la falta de una auténtica conciliación entre horarios empresariales y tareas domésticas, ayuda al bajo índice de natalidad.

Vida Ascendente es un Movimiento eclesial de Apostolado Seglar constituido como Asociación Pública de Fieles, aprobada por la Conferencia Episcopal Española. Nace del Movimiento francés Vie Montante, fundado en 1962, y es miembro de la red Vie Montante Internationale. Su objetivo es intensificar la espiritualidad, el apostolado y la amistad en sus miembros, llevando y fomentando el mensaje evangélico a los jubilados y mayores para que los mismos puedan ponerse al servicio de este mensaje su caudal de fe, experiencia y tiempo

Profundizar en la fe

Para alcanzar este objetivo, Vida Ascendente (que recibe en zonas de habla catalana y euskera el nombre de Vida Creixent y Bizian Gora, respectivamente):

1. Reúne a sus miembros en pequeñas comunidades o grupos.

2. Ofrece a sus miembros los medios para profundizar y perfeccionar su fe para vivir este período de su vida en plenitud humana y cristiana.

3. Les integra en la misión de la Iglesia y les impulsa a participar en sus acciones evangelizadoras.

4. Les estimula y orienta para que, por ser ciudadanos responsables, se comprometan con espíritu solidario en la cristianización del orden temporal, especialmente a través de organizaciones de jubilados y mayores.

En cuanto a los objetivos del Movimiento, a los que los laicos jubilados y mayores se comprometen voluntariamente, son:

a. Vivir un proceso permanente de formación y conversión personal a los valores del Evangelio.

b. Dar testimonio con su vida y palabra de su fe en Jesucristo resucitado.

c. Pertenecer activamente a un grupo de Vida Ascendente.

El ingreso como miembro de Vida Ascendente se lleva a efecto dando el visto bueno al candidato en un grupo que sea aceptado por la comisión diocesana.

La condición de miembro se pierde por voluntad propia o por decisión de la comisión diocesana cuando dicho miembro actúe en contradicción con los objetivos del Movimiento, después de ser advertido sin resultado positivo.

Los miembros de Vida Ascendente forman entre ellos pequeños grupos que favorezcan las relaciones de amistad y comunión, para que, de este modo, ayuden a sus miembros a vivir e irradiar los postulados del Movimiento: espiritualidad, apostolado y amistad.

Los órganos de dirección de Vida Ascendente son: el Pleno, la Comisión Permanente y el Comité Ejecutivo. Este último está compuesto por el Presidente, el Consiliario, los Vicepresidentes, el Secretario, el Tesorero y cinco miembros nombrados por la Comisión Permanente a propuesta del Presidente y por la duración del mandato de éste.

El Movimiento está formado por comisiones diocesanas existentes en la mayor parte de las diócesis.

En los distintos niveles del Movimiento, el Consiliario es un presbítero o diácono cuya misión es acompañar a los miembros de Vida Ascendente en la fe, en la formación espiritual y, también, en la evangelización.

El Consiliario del Movimiento es el consejero espiritual de los órganos de dirección del mismo y representa a la jerarquía eclesiástica; también coordina a los consiliarios diocesanos.

Las Asambleas Diocesanas son el órgano rector del Movimiento en cada diócesis, y su Presidente es nombrado por el Obispo del lugar entre una terna, y por un período de cuatro años.

El número de diócesis que cuentan con presencia de Vida Ascendente es de 69 y el de los afiliados al Movimiento, cerca de 30.000.

Cuenta con un boletín bimensual, con el mismo nombre que el del Movimiento, cuyo último número es el 160, y cuya tirada es de 2.500 ejemplares.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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