¡Feliz año eterno!

(Alberto Iniesta–  Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Nosotros tenemos el gozo y la paz de saber que todo este tiempo pasajero nos lo concede el Dios eterno y que sus frutos han de permanecer eternamente; no nuestras obras -un inmenso almacén de cachivaches muertos-, sino nuestro obrar -una única vida, que va creciendo con nuestra actividad-“

Dicen los sabios que nadie sabe lo que es un punto en el espacio, ni el número uno en aritmética, ni un segundo en el tiempo. Concretamente, el tiempo es un misterio que nos acompaña continuamente, a todas horas y en toda circunstancia; una realidad que vivimos y desvivimos; a la que damos vida con nuestro vivir, y, a la vez, nos va dando la muerte poco a poco, con su fluir.

El problema se complica desde nuestro punto de vista de cristianos, que no solamente creemos en una vida eterna después de ésta temporal, sino que ya en ésta y con ésta estamos viviendo aquélla. Porque no hay dos vidas, sino una sola, en dos etapas diferentes.

De aquí que los cristianos relativicemos este juego de las fechas y los aniversarios, dando cortes imaginarios al tiempo, en días, años, siglos y milenios. Nuestro juego, nuestra liturgia, nuestra danza cristiana se expresa en el tiempo, pero se vive ya en la eternidad. Y de aquí, también, que debamos apreciar como un tesoro cada tiempo de nuestro tiempo, de nuestra vida, que puede tener proyecciones eternas, para siempre.   

El Dios eterno inició en su Hijo este juego del tiempo con la eternidad. Jesús supo valorar el tiempo con una dimensión nueva: todo lo que sucediera según la voluntad del Padre tenía un precio de eternidad, tanto sus años de vida oculta como los de su vida pública, su trabajo de carpintero o su predicación y sus milagros. 

Nosotros tenemos el gozo y la paz de saber que todo este tiempo pasajero nos lo concede el Dios eterno y que sus frutos han de permanecer eternamente; no nuestras obras -un inmenso almacén de cachivaches muertos-, sino nuestro obrar -una única vida, que va creciendo con nuestra actividad-. Como decía san Pablo: Ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para gloria de Dios. O sea, para la eternidad. ¿Feliz año nuevo? ¡Feliz año eterno!

En el nº 2.642 de Vida Nueva.

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