La moda de la laicidad positiva

(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y escritor) 

“El término va calando. No sólo claramente en personajes de tanto relieve como Sarkozy, y algo más tenuemente en Barack Obama, sino, sobre todo, en ensayos teológicos, en documentos episcopales y en opiniones de políticos y juristas”

Parece que prospera en escritos y debates -tanto entre eclesiásticos como entre intelectuales- el término “laicidad positiva” que ha puesto en circulación con su autoridad personal y pontificia el papa Benedicto XVI. Algunos de los que lo usan han aportado nuevos calificativos para la laicidad buscada: “sana”, “dialogante”, “consensuada” y hasta “sostenible”, que es un adjetivo muy de moda, algo ambiguo y aplicable a casi todo.

De todas formas, este concepto que viene del Ratzinger anterior a Benedicto XVI, de aquel teólogo que debatía con Habermas los problemas de nuestro tiempo, parece que, como si fuera la espada de Alejandro Magno, ha cortado el nudo gordiano que agarrotaba las relaciones Iglesia-Estado y, en otro plano, el diálogo entre la fe y la ciencia. De hecho, el término va calando. No sólo claramente en personajes de tanto relieve como Sarkozy, y algo más tenuemente en Barack Obama, sino, sobre todo, en ensayos teológicos, en documentos episcopales y en opiniones de políticos y juristas. Como si se hubiera abierto un camino nuevo para una polémica anticuada y enquistada.

Tendrá que pasar este primer período para que la simple moda se transforme en voluntad probada de revisar actitudes ya obsoletas por uno y otro lado. La hora de ceder y de conceder mutuamente marcará la hora de la verdad. Cuando la laicidad positiva sea una realidad compartida y no un mero flatus vocis. Es decir, simple humo.

En el nº 2.640 de Vida Nueva.

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