Llamados a trabajar juntos por Argentina en este tiempo de celebraciones

El cardenal Bergoglio comparte en Luján con los laicos un mensaje de esperanza

(Washington Uranga– Buenos Aires) La basílica de la Virgen de Luján, en la localidad del mismo nombre (70 kilómetros al oeste de Buenos Aires), fue el lugar escogido por el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para unirse a las festividades del Bicentenario de la independencia, que los obispos habían iniciado el pasado mes de abril en la catedral metropolitana de Buenos Aires. La ceremonia religiosa estuvo presidida por el cardenal Jorge Bergoglio, en su condición de presidente de la CEA, y el médico Justo Carbajales, director ejecutivo del Departamento de Laicos, fue el encargado de proclamar el Manifiesto de la esperanza. La conmemoración en el santuario de la patrona nacional se inscribió dentro de una serie de celebraciones que la Iglesia en Argentina realizará durante los próximos seis años como parte del recordatorio del itinerario independentista.

En su oración, Bergoglio pidió a la Virgen “la gracia de saber trabajar por la patria, hacerla crecer en la paz y concordia que nos da el sentirnos hermanos, desterrando todo odio y rencor entre nosotros”. El arzobispo de Buenos Aires rogó en forma particular por “aquéllos que son los más olvidados, pero que saben que aquí siempre hay lugar para ellos”, señalando que “los más pobres, los que para los suficientes no cuentan”, sí son tenidos en cuenta por la Virgen.

El purpurado hizo también una convocatoria a no bajar los brazos “llevados por la desesperanza”. Llamamiento que reiteró Carbajales en el denominado Compromiso del Bicentenario, pidiendo recuperar la esperanza a pesar de las dificultades del presente. Dijo el director del Departamento de Laicos que, “cuando Argentina festejó el centenario de la Revolución de Mayo, era creencia generalizada que seríamos uno de los países más prósperos y poderosos de la tierra y, por eso, la euforia de esos días”. Agregó que, sin embargo, “esa euforia no estaba sustentada en la esperanza, sino en una vana ilusión”, porque “graves fallas corroían el espíritu nacional; una cultura donde claudicaba la honestidad y el respeto por la ley, donde era más importante derrotar y destruir al enemigo político que lograr consenso en aras del bien común”.

Otras fallas que corroen

Siguió luego Carbajales enumerando otras fallas, entre ellas la pobreza de millones de habitantes, que se extienden hasta nuestros días, incluida “la página más oscura de la última dictadura militar”. Y agregó que, “a pesar de que en 1983 recuperamos la democracia y con ello nuestra capacidad de elegir libremente nuestras autoridades y nuestra libertad de expresión, hoy, entrando al Bicentenario y no habiendo superado las otras fallas que nos corroen, una amarga sensación de desánimo y mezquino individualismo nos embarga”.

En nombre del laicado católico, Carbajales reiteró, asimismo, el compromiso de respetar la vida humana y hacerla respetar “integralmente en todas sus etapas”. Expresó su confianza en “el valor de la transparencia y la honestidad”, comprometiéndose “a cumplir con nuestros deberes familiares, cívicos y fiscales” y “a exigir el mismo comportamiento en nuestros representantes políticos; a no votarlos si incumplieren con ello y a movilizar a la opinión pública para que haga lo mismo”.

Manifestó también Carbajales que el “diálogo social” es “imprescindible para lograr ‘consensos básicos’ sobre un modelo de país, que nos abarque a todos”, prometiendo que “trabajaremos y exigiremos a nuestros políticos ese diálogo”; y pidió, al mismo tiempo, pasar de “una democracia delegativa a una democracia participativa y comprometida”, porque “no tenemos derecho a quejarnos de nuestros políticos si no participamos en lo público”.

El director ejecutivo del Departamento de Laicos reclamó, finalmente,  que “cada vida humana en nuestra patria sea protegida y respetada desde el momento de la concepción sin ningún tipo de discriminación por sexo, edad, raza, situación socio-económica o estado de salud”, que “no haya más hermanos nuestros que tengan hambre o estén excluidos”, y que “se promueva el matrimonio como realmente es, una comunidad estable de vida y amor entre una mujer y un hombre”, en clara referencia al proyecto de legalización de la unión entre personas del mismo sexo, que ya obtuvo media sanción de la Cámara de Diputados, hecho que fue criticado por la Iglesia.

wuranga@vidanueva.es

En el nº 2.707 de Vida Nueva.

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