Sínodo y misericordia

Las familias vienen en tamaños, ambientes y problemas surtidos. Para no complicar las cosas, me limito a hablar de las familias cristianas. Aun siendo cristianas, pueden tener problemas que piden soluciones.

Tenemos, para empezar, la familia nevera. Como te imaginarás, es una familia fría, frígida y a veces hasta glacial. Sin el calor del amor. Si alguien viviera metido en esta nevera, buscaría irse de la casa cuanto antes a cualquier parte donde le ofrezcan calor.

Luego viene la familia boxeo, donde los problemas se resuelven a golpes, no con el diálogo. La violencia intrafamiliar y el maltrato infantil son expresiones de la familia boxeo, que conoce los puños pero no la lengua.

Sigue la familia hotel, un hogar triste, donde se entra para comer y dormir y nada más. Qué triste cuando la familia es algo parecido porque todos van a comer y a dormir pero falta la comunicación de corazón a corazón, de persona a persona. Nadie sabe cuáles son los proyectos, las ilusiones y ni siquiera los problemas de los otros.

La siguiente es la familia “así no más”. Debido a una dolencia, cuando me ofrecen un café, o tintico que llaman, y me preguntan: “¿Lo quiere con azúcar?”. Yo respondo de inmediato: “No, así no más”. Lo mismo acontece cuando me preguntan al desayuno si quiero el huevo con sal. La respuesta es: “No, así no más”. Pero puede acontecer que cuando a un par de enamorados se le pregunta: ¿Se van a casar? Ellos responden: “No, así no más”.

Esta respuesta la dan los que se unen sin matrimonio y también la pueden dar los cristianos que optan por el matrimonio civil. Pero mientras éstos son libres de decidir si van a recibir el sacramento del matrimonio o no, hay parejas que quisieran el sacramento del matrimonio y además la eucaristía pero no los pueden recibir porque precedentemente se habían casado en la Iglesia y el matrimonio había fracasado hasta llegar al divorcio. Estos son los divorciados vueltos a casar.

El círculo y el cuadrado

Un divorciado vuelto a casar puede haber sido inocente en cuanto a la ruptura del matrimonio como quien fue abandonado o abandonada, porque el cónyuge decidió irse con otro ser humano. Esta persona abandonada a un momento dado decide volverse a casar para formar una familia. Así procede, pero su fe lleva a esta persona a desear casarse nuevamente por la Iglesia y además recibir la comunión. Si se logra la anulación del matrimonio anterior porque ha habido causales justas para ello, afortunada esta persona que puede nuevamente contraer matrimonio en la Iglesia. Pero si no se logra la anulación y, además, ya tiene hijos que cuidar, se va a sentir muy mal por no poder ni casarse por la Iglesia en sintonía con su fe, ni poder recibir la eucaristía.

En 2014 se vislumbró este problema no desde el punto de vista jurídico simplemente sino también desde el punto de vista de la misericordia. Ahora se están viendo las caras quienes apoyan la ley de la Iglesia que cierra la puerta a la eucaristía y quienes tratan de encontrar un camino de misericordia para que estas personas divorciadas y vueltas a casar, con algunas condiciones, puedan volver a la eucaristía como es el anhelo de muchas de ellas.

Ignoramos los resultados finales pero invito a todos los católicos a orar para que sea posible que de alguna manera triunfe la misericordia, como lo desea el Papa, en una situación como ésta, sin que ello se convierta en una fractura indebida de la ley de la Iglesia. Es como colocar juntos al círculo y al cuadrado, lo cual es imposible. Pues no, los dos, círculo y cuadrado, se encuentran confortablemente juntos dentro del cilindro. El Espíritu Santo ilumine a los padres sinodales que se reúnen en este momento para tratar debidamente éste y otros problemas que afligen a la familia hoy.

Mons. Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja y Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia

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