El Jueves Santo tiene pasodoble

De niño tocaba el piano con su madre. Y cuando llegó el momento de elegir carrera, la Medicina surgió en el horizonte; sin embargo, la disección se le atragantó tanto como para dejar el fonendoscopio y el bisturí a un lado y dedicarse a la música. En su Granada natal compartió profesor con Lorca, y su tierra fue escenario de las primeras composiciones.



Cuando Francisco Alonso (1887-1948) parece que apuntaba maneras (su ‘Graná’ se le iba quedando pequeña), decide trasladarse a Madrid. Era 1911 y sus amigos le despiden con una comida en el Hotel París, en la que no faltan el consomé Royal, las perdices a la Regente, el rosbif a la francesa y un rico fondo de alcachofas a la italiana. Maleta en mano y con 600 pesetas en el bolsillo del abrigo, el joven músico entra en la Villa y Corte, que asiste entonces con los ojos de par en par a la construcción de la Gran Vía.

Compositor castizo

La obra del maestro comprende más de 250 títulos, entre zarzuelas, sainetes líricos, revistas, comedias musicales, composiciones sinfónicas, cuplés, himnos, ballets, canciones e incluso música para películas. Fue uno de los autores más populares y castizos, aun sin haber nacido en la capital. Suyos son chotis como ‘El Pichi’, el pasodoble “de la banderita”, que se convirtió en un himno, canciones eternas como el ‘zortzico’ Maitechu mía y zarzuelas de arte mayor como ‘La calesera’.

El estreno de esta última tuvo lugar una noche que presagiaba lo peor: un diluvio descargaba sobre Madrid; sin embargo, el Teatro de la Zarzuela se llenó y el compositor, en vista del éxito, aguantó con estoicismo y buen humor que le pasearan a hombros bajo la lluvia. La fortuna de ‘La parranda’ tampoco se quedó atrás, aunque no sucedió lo mismo con ‘Curro, el de Lora’, una obra de una pieza que se apartaba de la producción de Alonso y, por ello, quizá, no suficientemente comprendida en su estreno.

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