El seminario de Braga, ¿la excepción ibérica?

Entrar en la capilla de la ‘Llena de Gracia’, llamada así por estar dedicada a la Inmaculada, en el seminario menor de la Archidiócesis de Braga (Portugal), es como volver a una especie de seno materno. Una moderna bóveda de madera y hormigón dentro de la iglesia clásica hace de coro alto, suspendido en el entorno para que los seminaristas vayan gestando su vocación de servir a la Iglesia desde el ministerio ordenado.



Para quien entra desde fuera, llegar al corazón del templo implica el esfuerzo de subir una pequeña pendiente en un ambiente natural de piedra y madera. Y cerca de los seminaristas, siempre, en una de las sillas de la primera fila, hay una figura que parece ser una señora portuguesa de cualquier aldea y que es –ni más ni menos– que una estatua hecha de madera de tilo de Nuestra Señora de la Humildad. Una mujer vestida con traje liso negro y de pelo castaño que sostiene en sus manos una simple corona de metal. Una llamada de atención a los futuros sacerdotes, llamados a entregarse al Pueblo de Dios con la humildad como actitud vital convertida en advocación durante su etapa formativa.

No solo esta propuesta sorprende a quien se acerca a ella. El Seminario Conciliar de San Pedro y San Pablo de la archidiócesis del primado de las Españas –y que cuenta con tres instituciones con el nombre de ‘seminario’ sin salir de la ciudad de Braga– ha emprendido el camino de la sinodalidad antes de que aparecieran las últimas actualizaciones de la Ratio Studiorum por parte del Vaticano. Más de una treintena de seminaristas se forman en estos momentos en este centro de referencia para las diócesis del norte de Portugal e incluso algunos de Cabo Verde. Mantener la tradición del rito litúrgico bracarense o las devociones al Bom Jesus do Monte no está reñido con responder a los retos actuales de la Iglesia en lo que al seminario se refiere.

Una isla

Un centro en el que la arquitectura de los espacios de oración –en la Capilla del Árbol de la Vida se diría que cualquiera puede levitar sin ser místico– o los singulares diseños de las vestiduras litúrgicas tratan de ser expresión de la formación humana, teológica y espiritual que se ofrece desde este seminario, que parece ser una isla dentro del panorama habitual de este tipo de centros en la península ibérica, se puede decir incluso que esta es la verdadera ‘excepción ibérica’ que no reclama la presencia de un visitador apostólico.

El rector del seminario mayor es el sacerdote Vitor Novais, especialista en la relación de la Teología con las Humanidades y en acompañamiento espiritual. Él le quita hierro al asunto y huye de quien pueda alabar el trabajo hecho en esta comunidad formativa. “Nosotros no hacemos nada especial, lo único que hacemos es traducir la propuesta de la Iglesia para los tiempos que estamos viviendo”, confiesa a Vida Nueva.

Para el rector, “en este ejercicio de traducción es normal que cada Iglesia particular tenga una serie de acentos, algunos modos que respondan mejor a los desafíos que se presentan”. Aunque la normalidad puede que no sea tal entre quienes se mueven en estos ambientes. Por ejemplo, en este seminario portugués se celebró el 450º aniversario de su fundación, hace un año, con un ciclo sobre la figura de los sacerdotes en el cine.

Interpelar a los estilos de vida actuales

“Nuestra especialidad es escuchar siempre la voz del Espíritu en cada momento de la historia”, confiesa Novais, antes de insistir con sencillez que en el seminario bracarense “no se hace nada especial más que escuchar lo que el Espíritu nos pida sobre cómo ser Iglesia hoy”. En esta tarea, el rector espera “no perder de vista el horizonte de quien es el sentido de la fe: Jesucristo”.

“No hay seminario fuera de este horizonte”, recalca el sacerdote, que es también el actual responsable de la pastoral vocacional de la archidiócesis. Esto implica también conseguir que los futuros sacerdotes, dos mil años después, sigan hoy en día “tocando y conmoviendo el corazón de la gente como lo hizo Jesús”, tratando de interpelar a los estilos de vida actuales y que, “en muchas ocasiones, dificultan la transmisión de la fe”.

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