María Asunción Mateo: “Alberti se enfrentó a la Iglesia, pero no era ateo”

María Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti

El libro de la que fue esposa y “estrella Altair” del poeta de la Generación del 27 publica ‘Mi vida con Alberti’ (Editorial Berenice). Páginas en las que relata el amor que se profesaron y, al tiempo, ajusta cuentas con escritores que pertenecieron a la esfera del creador y atacaron su honor y valía.



PREGUNTA.- Su vida cambió durante una tarde de limpieza, cuando encontró algo…

RESPUESTA.- Hallé una carpeta con escritos de Alberti en los que me daba carta blanca, casi notarial, para hablar, contar nuestros secretos… Nuestra vida en común.

Una persona diferente

P.- Ante todo, este libro es una historia de amor… ¿Qué es lo que más añora de Alberti?

R.- Tenerlo a mi lado. Verlo, sentirlo, su ingenio, su todo. Una persona tan polifacética, ¿qué ibas a destacar? No me casé con Alberti, sino con Rafael, que dio la casualidad que era un grandísimo poeta. Echo de menos que me hable, ver ese halo que le rodeaba… era una persona diferente. Hace 23 años que se fue y no he querido conocer a nadie más.

P.- Si sus “amigos” le veían feliz con usted… ¿por qué querían separarlos?

R.- Les bautizaron como “los viudos eméritos” y ya sabe todo el mundo quienes son: Luis García Montero, Luis Muñoz, Benjamín Prado y Eduardo Mendicutti, entre otros. Eran misóginos. Dicen que se casó conmigo porque la cabeza no le funcionaba. Ha sido un maltrato sistemático en cada intervención pública de cada uno de ellos. El machismo no se da solo en el mundo del deporte, también en la literatura. (…)

Un hombre trascendente

P.- ¿Rafael era un hombre espiritual?

R.- Era un hombre muy espiritual. Nació en una familia muy conservadora y estudió con los jesuitas y eso imprime carácter. No era un ateo, era una persona que se enfrentó a la Iglesia durante la Guerra Civil por lo que ella representaba en la contienda, pero no era ateo en absoluto. Se sabía la misa en latín. Era un hombre profundamente trascendente, sabía que todo no acababa aquí.  Miraba al cielo cubierto de árboles y pensaba: “Por qué he de dejar de ver tanta belleza”. Eso era vivir el momento presente. Eso era transcender.

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