Mariña Ríos: “Ante la disminución de la vida religiosa, ¿qué nos duele? ¿Ser menos o no poder servir a la gente?”

La religiosa de la Compañía de María ha participado durante la 52ª Jornada Nacional de la Vida Consagrada en la mesa redonda ‘Caminos de esperanza’

mariña rios

Mariña Ríos, religiosa de la Compañía de María, ha reflexionado durante la 52ª Jornada Nacional de la Vida Consagrada acerca del periodo de disminución que atraviesa la vida consagrada: “Llevamos años experimentando una reducción de nuestros institutos y una menor capacidad para mantener presencias, proyectos, comunidades, y para abrir otros nuevos”. “Este es el hecho”, ha dicho, “pero esta disminución a menudo va acompañada de una cierta desolación en un mundo que también podemos percibir desolador”.



Así, ha llamado a preguntarse por “qué es lo que nos duele, ser menos, o no poder servir a la gente, no poder llevar la buena noticia o que haya gente que se vaya a quedar sin vivir lo que para nosotros es plenitud, que es el seguimiento de Jesús en la vida religiosa. Lo que nos duela va a señalar también el modo en el que nos situemos en esta realidad y ante Dios”.

“¿Lo que vivimos es un tiempo de desgracia o es un tiempo de Dios? Qué distinto es vivir nuestro tiempo con Dios a hacerlo desde nuestras fuerzas”, ha dicho. “Una mirada creyente que taladra la realidad. Acoger como un don que él nos desinstala y que nos abre nuevos horizontes de vida y de misión”. Por ello, ha animado a preguntarse “desde dónde y cómo queremos vivir la disminución: desde la desesperanza o desde la fe. Poniendo la esperanza en Dios, acoger la disminución como experiencia de fe”.

El valor de la interculturalidad

Durante su intervención, el misionero comboniano Jaume Calvera, ha animado a “descubrir el lado integrador de la interculturalidad, como elemento positivo, alegre y dinámico, ya que “cada cultura es un don”.

Sin embargo, ha apuntado que la interculturalidad supone algunos desafíos, como el de la “capacidad de vivir bien en diferentes culturas”. Es, además, “de algún modo la puesta en práctica de la Iglesia en salida, una Iglesia como la de los Hechos de los Apóstoles”.

“La interculturalidad pone en acción la paciencia, la escucha, el diálogo, la apertura, la aceptación, el perdón, la humildad, el silencio, la fuerza de voluntad, el de saber relativizar”, ha señalado, y, por otro lado, “pone a prueba las capacidades de: colaborar en el grupo/comunidad; arriesgar en momentos decisivos; la capacidad de pensar por uno mismo; pero sobre todo la capacidad de aprender idiomas”. Por ello, “un desafío muy importante en la práctica de la interculturalidad es el conocimiento de sí mismo”.

Asimismo, ha recordado que “por vocación cristiana y religiosa, tenemos la conciencia de estar llamados a ser en nuestras comunidades una manifestación de comunión, de fraternidad, de unidad carismática, y todo por el bien de la misión que nos ha sido encomendada”. En este sentido, “nuestro objetivo será trabajar para que nuestras comunidades interculturales y multiétnicas sean signo del Reino según nuestros propios carismas”.

“El desafío más grande que la interculturalidad nos plantea en la Vida Consagrada hoy, es en el período de la Formación y el resto de nuestra Vida Religiosa, con una Formación constante, abierta, y concreta”, ha aseverado.

Discernimiento y esperanza

Por su parte, la religiosa Matilde Moreno ha hablado, “después de 20 años en Haití”, acerca del “discernimiento y la esperanza”. Este periodo, dedicado “a la educación, dentro y fuera de los ámbitos escolares, me han hecho tocar una realidad enormemente difícil, donde, en la mayoría de los casos, la necesidad de cubrir lo indispensable para sobrevivir cada día, imposibilita llegar a un nivel de educación aceptable e impide alcanzar la calidad deseada”.

“Ante situaciones límite, ¿qué pinta el discernimiento?”, ha preguntado. “Pues pinta mucho porque, ¿qué hay que hacer en situaciones así? Mi experiencia me dice que no es fácil saber lo que hay que hacer en cada ocasión. Es muy difícil saber dónde está la línea que separa el correr peligros evitables, del vivir con coherencia evangélica”.

“Por eso hay que ponderar y ponerse en disposición de elegir desde la posibilidad o no de asumir riesgos; desde la solidaridad con un pueblo que no puede elegir; desde los valores que dan sentido a nuestra vida de seguimiento de Jesús, que pueden ser muy distintos de los que dan sentido a las ONGs con las que colaboramos y están presentes en el mismo terreno. Situaciones así favorecen el que se vaya adoptando el discernimiento personal y comunitario, como un estilo de vida”, ha explicado.

“Por supuesto, todo esto no tendría ningún sentido si no tuviésemos esperanza. Y yo me pregunto: ¿Serán estos los caminos de discernimiento y esperanza por los que la Espíritu nos impulsa a transitar en nuestro aquí y ahora?”, ha apuntado la religiosa

Conjugar el verbo esperanzar

Por último, Vicente Martín, delegado episcopal de Cáritas, ha subrayado que “los cristianos estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza, y tenemos el reto de ser constructores de espacios de esperanza, especialmente para los más pobres y vulnerables, desde la fuerza del amor que todo lo cambia y transforma”.

“Vivimos tiempos de crisis acumuladas. Tras la pandemia, la guerra de Ucrania, el aumento de la movilidad humana, la evolución del coste energético y la inflación, la realidad de pobreza es más difícil y desesperanzada”, ha continuado. “En medio de esa realidad compleja y dolorosa, no podemos permanecer como espectadores, ni siquiera como meros críticos, es preciso implicarse”. Por ello, ha concluido que “la vida consagrada está llamada a conjugar el verbo esperanzar”.

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