Los centros de protección reclaman: “Necesitamos mejores normas legales que protejan a las mujeres en la pastoral”

Alemania creó en 2020 la Unidad de Pastoral de la Mujer de la Conferencia Episcopal para atender a las víctimas de abusos sexuales, de poder y espirituales

Mientras no cesan las polémicas por el Camino Sinodal en Alemania, no hay que olvidar que el origen de esta asamblea está en los datos sobre la realidad de los abusos. En las diócesis se han creado centros de atención y se han promovido estudios al respecto. Así, la teóloga Barbara Haslbeck, del Instituto de Teología Pastoral de Ratisbona, trabaja en un estudio sobre el abuso contra las religiosas y en una entrevista katholisch.de cuenta cómo “las víctimas exigían un punto de contacto supra-diocesano que trabajara de forma anónima y orientada a las víctimas” y en 2020 se creó la Unidad de Pastoral de la Mujer de la Conferencia Episcopal.



Mujeres arrinconadas

Haslbeck es consejera para mujeres que han sufrido abusos espirituales y violencia sexual en la Iglesia al que también “acuden religiosas que han sido manipuladas y maltratadas en la orientación espiritual o que han tenido experiencias similares al acoso en su comunidad. Se sienten aisladas y explotadas”. “Quieren entender lo que ha pasado y necesitan alguien con quien hablar”, relata mencionando casos de violencia sexual, abuso espiritual, de acoso y abuso de poder, de explotación financiera y también de explotación laboral.

“Los afectados describen a menudo hasta qué punto se sintieron confundidos y arrinconados por la manipulación espiritual. Hay muchos agentes pastorales muy competentes, pero por desgracia también hay ovejas negras. No se ocupan seriamente del papel que tienen. No reflejan la ventaja de poder que tienen”, denuncia la consejera. Para ella, un buen acompañante espiritual “capacita a la persona afectada para encontrar sus propias respuestas. Fomenta la autodeterminación espiritual”. En cambio, advierte, “los agresores se aprovechan deliberadamente de la confianza de una persona. Se hacen indispensables para la persona. Las personas en crisis, por ejemplo enfermas o de luto, están especialmente expuestas” a personas muy carismáticas, lo que se conoce como el “efecto gurú”.

Más allá del perdón

Esto lo conoce bien la teóloga Doris Reisinger que trabaja en el centro de acogida y que sufrió abusos espirituales y sexuales siendo adulta. Para ella, la denuncia civil y eclesiástica no cierra siempre los procesos. Por ello, relata que “como asesora, me preocupa la situación de las mujeres afectadas. En el centro de acogida, nuestra principal preocupación es que las afectadas que acuden a nosotros se animen a buscar una solución por sí mismas. Deben hacer lo que les ayude. Queremos fortalecerlas y estar a su lado sin concesiones”.

Para ella, “las mujeres cristianas suelen pensar que tienen que perdonar a su agresor. No creo que una víctima de abusos tenga que perdonar a nadie. Se trata de perdonarse a uno mismo por haber sido víctima. Rara vez tiene sentido que las víctimas se reúnan con un maltratador. Se lo desaconsejo. Algunas sienten verdadera rabia contra la Iglesia y sus dirigentes. Se apartan. Y algunas no hablan de su trauma en absoluto”.

“Las víctimas de trata pueden decidir por sí mismas cómo afrontar sus experiencias. Por desgracia, siempre tienen que esperar ser discriminadas como víctimas. Esto significa que si alguien se abre a los demás y revela sus lesiones, debe esperar que los demás no la tomen en serio por ello o que le pongan el sello de víctima. He experimentado que puede ser útil para las víctimas intercambiar experiencias con otras víctimas”, señala desde su experiencia. “Necesitamos mejores normas legales que protejan a las mujeres en la pastoral”, “los actos sexuales en las relaciones pastorales deben ser punibles”, reclama.

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