Francisco a los consagrados de RD Congo: “La gente no necesita funcionarios de lo sagrado”

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El papa Francisco continúa sus visitas en República Democrática del Congo, y esta tarde, coincidiendo con la Jornada de la Vida Consagrada, se ha reunido con los sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas en la Catedral de Kinshasa.



“En esta fiesta de la Presentación del Señor”, ha dicho el Papa, “todos, como Simeón, esperamos la luz del Señor para que ilumine las oscuridades de nuestra vida y, más aún, todos desearíamos vivir la misma experiencia que él hizo en el Templo de Jerusalén: tomar en brazos a Jesús”, porque esto permite “poder tenerlo ante los ojos y cerca del corazón”. “De ese modo, poniendo a Jesús en el centro nos cambia la perspectiva sobre la vida y, aun en medio de trabajos y fatigas, nos sentimos envueltos por su luz, consolados por su Espíritu, animados por su Palabra, sostenidos por su amor”, ha añadido Francisco.

En una tierra marcada por el sufrimiento de la violencia, el Papa ha apuntado que a través de la vida consagrada “el Señor también hoy quiere ungir a su pueblo con el aceite de la consolación y de la esperanza”, por lo que sacerdotes, consagrados, diáconos religiosos y religiosas “están llamados a ser eco de esta promesa de Dios; a recordar que Él nos ha formado y a Él le pertenecemos, a animar la senda de la comunidad; y a acompañarla en la fe al encuentro de Aquel que ya camina junto a nosotros”. “Dios no permite que las aguas nos sumerjan, ni que el fuego nos abrase”, ha recordado el Papa, animando a sentirse “portadores de este anuncio en medio de los sufrimientos de la gente”.

Asimismo, Francisco ha advertido que “si vivimos para ‘servirnos’ del pueblo en vez de ‘servir’ al pueblo, el sacerdocio y la vida consagrada se vuelven estériles”. “No se trata de un trabajo para ganar dinero o tener una posición social, ni tampoco para resolver la situación de la familia de origen, sino que se trata de ser signos de la presencia de Cristo, de su amor incondicional; del perdón con el que quiere reconciliarnos; de la compasión con la que quiere hacerse cargo de los pobres”, ha explicado.

Sin embargo, el Papa ha reconocido que para vivir de ese modo la vocación “siempre tendremos desafíos que afrontar, tentaciones que vencer”, y ha destacado tres: la mediocridad espiritual, la comodidad mundana, la superficialidad. “Ante todo, vencer la mediocridad espiritual”, ha dicho. “La prioridad de nuestra vida es el encuentro con el Señor, especialmente en la oración personal, porque la relación con Él es el fundamento de nuestra acción”, ha explicado Francisco. “No olvidemos que el secreto de todo está en la oración, porque el ministerio y el apostolado no son, en primer término, obra nuestra y no dependen sólo de los medios humanos”, ha indicado.

El papel de la vida consagrada

Pero, para cuando afloran “los compromisos, las urgencias pastorales, los esfuerzos apostólicos o el cansancio”, el Papa ha aconsejado, en primer lugar “ser fieles a ciertos ritmos litúrgicos de oración que acompasan la jornada, desde la Misa al breviario”. Pero ha subrayado que “no podemos limitarnos a la mera recitación protocolaria de las oraciones, sino que es necesario reservar cada día un tiempo intenso de oración, para estar con nuestro Señor, corazón con corazón”.”La oración nos hace salir del yo, nos abre a Dios, nos vuelve a poner en pie porque nos pone en sus manos; crea en nosotros el espacio para experimentar la cercanía de Dios, para que su Palabra nos sea familiar y, a través de nosotros, lo sea a todos los que encontramos”, ha aseverado, porque “sin la oración no se va lejos”.

El segundo desafío que ha señalado Francisco es el de “vencer la tentación de la comodidad mundana, de una vida cómoda, en la que se tienen las cosas más o menos resueltas y se sigue adelante por inercia, buscando nuestro confort y dejándonos llevar sin entusiasmo”. “Hay un gran riesgo ligado a la mundanidad, especialmente en un contexto de pobreza y sufrimiento: el de aprovecharse del papel que tenemos para satisfacer nuestras necesidades y nuestras comodidades”, ha advertido, subrayando que “es triste cuando nos replegamos en nosotros mismos, convirtiéndonos en fríos burócratas del espíritu”.

Por último, el tercer desafío que ha apuntado Francisco es el de “vencer la tentación de la superficialidad”. “Dado que el Pueblo de Dios espera ser alcanzado y consolado por la Palabra del Señor, se necesitan sacerdotes y religiosos preparados, formados, apasionados por el Evangelio”, ha explicado. “La gente no necesita funcionarios de lo sagrado o profesionales distantes del pueblo”, ha recordado. “Estamos obligados a entrar en el corazón del misterio cristiano, a profundizar la doctrina, a estudiar y meditar la Palabra de Dios; y al mismo tiempo a permanecer abiertos a las inquietudes de nuestro tiempo, a las preguntas cada vez más complejas de nuestra época, para poder comprender la vida y las exigencias de las personas; para entender de qué manera tomarlas de la mano y acompañarlas”. Por eso, para Francisco “la formación del clero no es opcional. Lo digo a los seminaristas, pero vale para todos: la formación es un camino que debe continuar siempre, toda la vida”.

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