El lobby de las religiosas: así funciona la Unión de Superioras Generales

La campaña #NewLeaders lanzada en junio por la UISG, la Unión de Superioras Generales, se publicitó con vídeos, notas de prensa y testimonios para mostrar que las religiosas ejercen su liderazgo también en las fronteras del desarrollo internacional. Quieren expresarse y hablar autónomamente y hacerlo en las grandes asambleas mundiales llevando su experiencia y su voz donde sea necesario, comenzando en los lugares donde se decide el destino del mundo y donde solo los grandes tienen la palabra.



Las religiosas tienen mucho que decir, y con conocimiento de causa, sobre la economía del planeta, la expansión de la pobreza, la marginalidad, la emergencia climática y la existencia de la tierra. Por eso, acudieron al Foro Económico Mundial en Davos, a la COP27 sobre el clima en Sharm el Sheik o a la COP15 sobre biodiversidad en Montreal. Son las grandes conferencias económicas y las cumbres donde se discute el destino del planeta.

Durante tres meses, la organización de las religiosas envió a las congregaciones y a toda la Iglesia un mensaje preciso para anunciar y animar el nuevo papel de las religiosas en la sociedad y en la Iglesia. Es decir, no son solo hermanas compasivas, mujeres obedientes o ejemplos de bondad y solidaridad. No son solo misioneras dispuestas al sacrificio en los lugares más marginales del planeta. Por supuesto, todo eso es real, pero también las fuertes experiencias vividas que las han preparado para solucionar los grandes problemas del mundo actual. Son así capaces de ejercer el liderazgo dando ejemplo concreto de comprensión y dirección. Y representan a los que no tienen voz y sufren el dominio de los demás; aquellos que están al margen en el diálogo sobre el desarrollo postcovid.

Un gran avance. Si la campaña quería despertar la sorpresa y la curiosidad a través de vídeos, testimonios y entrevistas, ha tenido un éxito rotundo ¿Por qué las hermanas y sus organizaciones decidieron dar un paso tan atrevido? ¿Qué las impulsó a proponer y anunciar su intención de asumir un papel protagonista y cambiar así su propia imagen? Porque es un paso audaz también con respecto a la Iglesia y a esa parte del clero que tiende a darles un papel secundario.

Voz y guía

Para entender hay que partir de la palabra que usaban los superiores generales: liderazgo. Fuerte e inusual, ha entrado recientemente en el lenguaje de las mujeres religiosas con un diseño preciso, beneficiándose también de algunas experiencias exitosas de afirmación de liderazgo (la red de Talitha Kum). De hecho, evoca poder, autoridad e influencia. Indica habilidades para la guía y seguimiento.

En el mundo global –económico y político– la palabra líder hace tiempo que reemplazó a la palabra “jefe” que remite a la obediencia y la subordinación. Los líderes no mandan, sino que convencen. Quienes los siguen no obedecen, y mucho menos ciegamente. Son parte del mismo mundo. Reconocen quien ostenta un rol, no una superioridad. Y eso es precisamente lo que pretenden hacer las monjas. Quieren ser voz y guía en la periferia del mundo y también en el mundo existencial de la humanidad porque conocen sus terribles problemas. Quieren ser líderes. Pero los líderes no son todos iguales. La forma de serlo en el ámbito político, por ejemplo, es distinta a la que se impone en el económico. Incluso en la Iglesia, el liderazgo adquiere diferentes connotaciones. Lo cierto es que es una palabra masculina. Si las monjas la utilizan es para definir una nueva figura y nuevas tareas.

¿Quién es “la nueva líder” de la que habla la campaña de las superioras generales y que el mundo necesita? “Como monja, –dice Patricia Murray, secretaria ejecutiva de la UISG–, mi papel de guía me llama a ser muy consciente de las alegrías y tristezas de la gente de hoy y a responder como una ‘contemplativa en acción’. Significa llevar una presencia contemplativa a las experiencias de la vida diaria y discernir cómo responder como individuos y como religiosas. Al ejercer el liderazgo, me siento llamada a ayudar a crear una hermandad global donde, como religiosas de congregaciones, culturas y contextos diferentes, podamos responder a las periferias geográficas y existenciales de nuestro mundo”.

Citas mundiales

Hermanas juntas para ayudar a quienes viven en la marginalidad y representan las necesidades de las periferias del mundo. La nueva líder “está abierta al encuentro con los demás, en particular con los que están en los márgenes”, “construye sólidas redes de colaboración y, a través de estas diferentes relaciones, trabaja con los demás para vivir en solidaridad y apoyar nuevas formas de vida que demuestren un profundo cuidado y respeto por las personas y el planeta”. En palabras de esta monja irlandesa del Instituto de la Santísima Virgen María, el liderazgo no es solo el propuesto hasta ahora por el mundo de los hombres: una guía de los demás, que se adelanta a otros y les muestra el camino. Se construye en la relación con los más pequeños de la tierra en un camino común entre las monjas y quienes, en los confines del planeta, necesitan hacer oír su voz.

En nombre de los últimos, las religiosas han acudido a las citas mundiales donde se discute el destino del mundo. Empezando por las centradas en el medio ambiente. Las palabras de Francisco en ‘Laudato si” se han convertido en acción y compromiso en aquellos lugares donde es más evidente que el cambio climático y la destrucción de los recursos suman pobreza a la pobreza.

Sheila Kinsey, coordinadora de la red Sembrando Esperanza para el Planeta, explica así las nuevas tareas de las religiosas: “Queremos hacer que las monjas y las comunidades a las que apoyan poniendo su sabiduría y experiencia en el centro, den una respuesta a los retos ecológicos”. Un ejemplo de liderazgo es el de Anne Carbon, misionera de San Colombano que trabajó en Filipinas junto a los indígenas Subaanen cuyas vidas se ven amenazadas por los proyectos mineros. El de Jyotisha Kannamkal que, con su congregación, las Hermanas de Notre Dame, da apoyo a las comunidades más vulnerables del gran continente indio. O el ejemplo también de Nathalie Kangaji que lucha como abogada contra las explotaciones de cobalto que amenazan a algunas poblaciones de la República Democrática del Congo.

Rrebelión silenciosa

El liderazgo propuesto por las hermanas tiene su propia peculiaridad y sigue un camino bien definido. Como aseguran los estudiosos y las mismas religiosas, tiene su origen en el Concilio Vaticano II que supone el fin de un modelo nunca cuestionado hasta entonces y ha sido confirmado en el proceso sinodal que reclama una Iglesia diferente dispuesta a escuchar. Tampoco se trata de “una apertura al mundo”, como muchos podrían pensar imaginando la vida de las religiosas encerradas en un convento o en una misión.

“Las religiosas somos mujeres que siempre hemos estado en el mundo –dice Grazia Loparco, historiadora, de las Hijas de María Auxiliadora–. Desde 1970 para las religiosas de vida activa, el mundo era el lugar natural de la misión. El Concilio Vaticano II está impregnado de esta convicción espiritual. Los institutos religiosos fueron invitados a renovar el carisma sobre las necesidades de los humildes. La organización de los superiores generales tenía una clara vocación de colaboración con las instituciones internacionales”. “Con la campaña de liderazgo queremos dejar claro que las monjas somos partícipes del movimiento de mujeres por el cambio”, confirma Loparco. Un mundo religioso femenino que unos imaginan, y algunos quieren sumiso, ha optado por un protagonismo que tiene sabor a rebelión silenciosa.

La novedad es que el modo con el que la organización mundial de las superioras generales busca afirmar su nuevo papel y nuevas tareas, así como la voluntad y fuerza de su presencia y trabajo, no pretende circunscribirse a los muros de la Iglesia, sino que mira al exterior e incluso fuera de la Iglesia. Sin descuidarla por dentro. El mundo, no solo la jerarquía eclesiástica, es el campo de batalla de la nueva forma de ser religiosa. Evocar un liderazgo, tratar de construir uno nuevo, tiene una tercera razón que concierne a las religiosas y los cambios en sus vidas.

Hermandad

La necesidad de reconstruir la “hermandad”, la sororidad de la que habla Patricia Murray es otro problema a abordar.

La forma autoritaria con que se ejerce a veces el poder en conventos, monasterios y congregaciones ya no se sostiene. A las monjas jóvenes les cuesta obedecer. El autoritarismo ya no se acepta naturalmente. Gracias al clima creado por el Sínodo se ha hecho necesaria una nueva y hasta entonces pospuesta reflexión. ¿Cómo superar el autoritarismo presente en el mundo de las religiosas? La hermandad global de la que hablan las superioras generales pasa por este cambio. Y, a través de la creación de nuevas líderes cuya autoridad ya no esté encomendada a la jerarquía, sino a la capacidad de construir con los demás y de representar a los últimos.

En un momento en que la mujer busca un nuevo papel en la Iglesia, las monjas han decidido dar un nuevo paso y han hecho lo que en el juego de ajedrez se llama la jugada del caballo, metáfora de una hábil e inesperada iniciativa cuando se busca librarse de un impedimento o salir de una situación crítica. La batalla por un papel nuevo y más importante en la Iglesia se da en la institución eclesiástica y también en el mundo. No porque los conventos o monasterios sean lugares estrechos o cerrados; muchos son hermosos y en el pasado las abadesas dominaban partes del mundo sin moverse. Las religiosas acuden allí donde se discute el destino del planeta, en los peligrosos centros de poder, para llevar la voz de quienes de otro modo no serían nunca escuchados. Se ponen al servicio de los demás para indicar una dirección. Nunca para buscar obediencia.

*Reportaje original publicada en el número de enero de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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