Uruguay celebra: Jacinto Vera será beato

El papa Francisco aprobó un milagro obtenido por la intercesión del primer obispo del país

La Conferencia Episcopal de Uruguay comunicó a los fieles un motivo de gratitud y júbilo: Jacinto Vera, nuestro obispo gaucho, será beato.



Los obispos de Uruguay informaron que el papa Francisco aprobó un milagro obtenido por la intercesión del Venerable Jacinto Vera, el primer obispo del país. De este modo, se encamina y habilita su próxima beatificación.

Están convencidos de que su próxima beatificación los impulsará a renovar el impulso misionero y el deseo de servir al país y a su gente.

El milagro

El milagro reconocido por el papa Francisco y atribuido al futuro beato se trata de una curación rápida, duradera y completa de una niña de 14 años, ocurrida el 8 de octubre de 1936. María del Carmen Artagaveytia Usher, después de una operación de apendicitis, sufrió una infección que se fue agravando y no existía aún la penicilina.

Un tío, Rafael Algorta Camusso, le lleva una estampa con una reliquia del siervo de Dios Jacinto Vera. Le pidió que se la aplique en la herida y que toda la familia le recen con confianza. Esa misma noche cesaron los dolores, cesó la fiebre, y a la mañana siguiente, la niña se sintíó completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, según el médico.  María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años; falleció en 2010.

En 2017 se retomó el estudio del caso. Se realizó el correspondiente informe médico, que fue analizado por una junta médica en el Vaticano. Ante el tribunal, declararon los hijos quienes conocían estos hechos, desde siempre, por el testimonio de su madre. Aportaron diversos elementos. Entre ellos, la estampa con la reliquia de Mons. Jacinto Vera que había colocado en su herida. 

Jacinto Vera

Don Jacinto nació el 3 de julio de 1813 en un barco, frente a las costas de Brasil, cuando su familia se dirigía a Uruguay desde las Islas Canarias. Trabajó en el campo, en Maldonado y en Toledo. Descubrió su vocación a los 19 años. Para realizar sus estudios de formación sacerdotal, se trasladó a Buenos Aires, donde celebró su primera misa, el 6 de junio de 1841.

Fue teniente cura, y posteriormente, párroco de la Villa de Guadalupe de Canelones durante 17 años. En 1859, fue nombrado vicario apostólico del Uruguay. En 1865, el 16 de julio, fue consagrado obispo en la Iglesia de Montevideo. Participó del Concilio Vaticano I en 1870, y fue el primer obispo de Montevideo desde el 13 de julio de 1878.

Murió durante una misión, en la ciudad de Pan de Azúcar, el 6 de mayo de 1881. Sus restos reposan en la catedral de Montevideo. Para su féretro, se reunió el dinero necesario, con una consigna: que todos pusieran lo mismo: un céntimo; así, pobres y ricos podían participar de la misma manera.

Los obispos uruguayos rescataron figura: misionero y apóstol de la ciudad y la campaña. Socorrió a los heridos de las guerras civiles y encabezó misiones de paz. “Padre de los pobres, amigo de sus sacerdotes, fue promotor del compromiso de los cristianos laicos en la vida de la sociedad de la época”.
Promovió la educación y la prensa católica. Fundó el seminario para la formación de los sacerdotes. Promovió la llegada de numerosas congregaciones religiosas para servir a la población  (vascos, salesianos, salesianas, dominicas, vicentinas, capuchinos, jesuitas, entre otros).

En su sepelio un joven Juan Zorrilla de San Martín resumió el sentir de muchos: “… las lágrimas en este momento inundan mi alma y el alma del pueblo uruguayo, enlutado y consternado… ¡Padre! ¡Maestro! ¡Amigo! … Señores, hermanos, pueblo uruguayo: el santo ha muerto”.

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