Laura Moreno: “Bergoglio siempre ha conectado con los jóvenes”

Laura Moreno, delegada de Jóvenes de Madrid

La argentina Laura Moreno, laica de la Institución Teresiana y quien lleva 16 años en España, es, desde 2019, responsable de la Delegación de Jóvenes de la Archidiócesis de Madrid. Una misión a la altura de su experiencia, pues en Argentina fue la responsable de la Delegación de Juventud de la Conferencia Episcopal.



PREGUNTA.- En 1987, tuvo un papel clave en la organización de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Buenos Aires, la primera fuera de Roma. ¿Qué recuerda de ese hito histórico y, 35 años después, en qué han cambiado los jóvenes a la hora de valorar la oferta del Evangelio?

RESPUESTA.- Fue una verdadera escuela pastoral, por la confianza que los pastores pusieron en los jóvenes de aquella generación, la creatividad que suponía estar en los inicios de las JMJ y la ilusión con la que aceptamos el reto. En la organización participamos jóvenes de la mayoría de las diócesis y de los movimientos y asociaciones; fueron meses desbordantes de trabajo, pero también de mucha vida eclesial. Fue una experiencia inolvidable vivir un Domingo de Ramos con Juan Pablo II en las calles de Buenos Aires, acompañado por más de un millón de jóvenes.

El cardenal Eduardo Pironio presidía el Pontificio Consejo de Laicos y, con su equipo, nos orientaba y acogía las propuestas que le presentábamos, entre ellas la realización de un Foro Internacional de Jóvenes, que tuvo lugar los días previos y reunió a chicos de todos los continentes, especialmente de América Latina. Esa experiencia se replicó en sucesivas JMJ.

Ante la JMJ de Lisboa, percibo un cambio significativo en las generaciones actuales; es normal ante el profundo cambio de época que vivimos. Nuestras inquietudes evangelizadoras tocaban problemáticas sociales, había una fuerte conciencia de participación en la construcción de la historia. Hoy, los jóvenes viven más existencialmente; hay una búsqueda espiritual y de sentido ante la incertidumbre del presente y sobre todo del futuro. Nacieron en un mundo global, hipercomunicado, tecnológico… y han vivido dos crisis mundiales muy profundas: la financiera de 2008 y la pandemia. Hay una exaltación del ego sobre lo comunitario, inversamente proporcional a la necesidad real de toda persona.

Fuerza evangelizadora

P.- Conoció muy bien Bergoglio. ¿Conectaba el entonces cardenal de Buenos Aires con los jóvenes con la misma fuerza que hoy origina el papa Francisco?

R.- Bergoglio siempre inspiró autoridad y fuerza evangelizadora. No deja indiferente. Aún en su perfil bajo, alejado de los medios y de las experiencias masivas, conectaba muy bien con los jóvenes; su presencia era buscada y esperada, porque su mensaje siempre fue valiente; impulsaba a vivir una vida que se jugara por los demás y que aportara socialmente. Invitaba a vivir el paso de Dios en nuestras vidas como una invitación a ser esperanza de un mundo que agoniza. Estaba presente en todos los acontecimientos que afectaran a jóvenes, particularmente en las tragedias y con los más vulnerables. Luchó contra la trata, la droga, la pobreza, la falta de valores; convocaba a los jóvenes cristianos a construir fraternidad, a ser generosos en la entrega de sus vidas.

P.- ¿La esencia evangelizadora está en ser testigo antes que profeta?

R.- Somos testigos de “lo que hemos visto y oído” y del amor de Dios en nuestras vidas, y eso es lo que tenemos de comunicar a los demás. Al mismo tiempo, la fuerza de los profetas en la historia de salvación es enorme. El Papa llama a los jóvenes a tener la actitud de un profeta, porque miran adelante y tienen la capacidad para señalar lo que ven con inquietud o malestar y actuar. En Brasil los invitó a ser profetas de esperanza. En el último tiempo convocó a jóvenes economistas para que se sumen en una economía que sea profecía para el mundo. Sin embargo, el encuentro con la persona de Jesucristo nos hace ser sus testigos y hoy es muy necesario.

Dificultad en el proceso diocesano

P.- ¿El Sínodo sobre la Sinodalidad es una oportunidad única para que los jóvenes asuman plenamente su protagonismo? ¿Cómo se han involucrado en su fase diocesana los jóvenes madrileños?

R.- No ha sido fácil la participación de muchos jóvenes en proceso sinodal diocesano. Se había participado con mucha fuerza en la preparación del Sínodo de los jóvenes y, en esta oportunidad, creo que no se contó con las mediaciones y lenguajes que lo hubieran facilitado. Sin embargo, hay mayor conciencia sobre la necesidad del protagonismo de los laicos y particularmente de los jóvenes.

P.- Como laica y por su origen foráneo, ¿ha sentido algún prejuicio a la hora de afrontar este reto pastoral o ha sentido que se valora la riqueza de su experiencia?

R.- He procurado acercarme a las diversas realidades diocesanas como invitada, como quien se siente necesitada de conocer, de apreciar, de valorar. Al principio recorrí muchas zonas de Madrid y participé en cuantas actividades podía, con actitud de escucha y asombro. Creo que el prejuicio es fruto del desconocimiento. Es probable que lo haya habido, tanto por mi origen argentino, por ser mujer y por vivir la entrega a la evangelización desde una vocación laical; era para mí un dato de realidad. Pero creo en la fuerza de la comunicación, que es comunión entre personas que se reconocen y se valoran, y en el significado de la catolicidad, por la que el Evangelio abarca todo el mundo y se encarna en las culturas a través de la experiencia de los cristianos. Crecí en una familia y en un país con personas de diversos orígenes; seguramente, ello me ayudó a superar barreras, dejar de lado lo que puede separar o dividir y valorar la riqueza que supone la diversidad.

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