Munilla: “Destacados miembros del Episcopado europeo están coqueteando con la agenda LGTB”

  • El obispo de Orihuela-Alicante defiende, en el congreso del CEU sobre Benedicto XVI, que el catecismo es “el mayor legado que Joseph Ratzinger ha dejado a la Iglesia”
  • “La herejía de nuestro tiempo consiste en el divorcio entre fe y caridad, verdad y justicia”, alerta el prelado

“Destacados miembros del Episcopado europeo y de otros lugares del mundo están de alguna manera coqueteando con la agenda LGTB en una dialéctica de pretender contraponer misericordia y verdad”. Es una de las reflexiones que lanzó esta tarde el obispo de Orihuela-Alicante durante la conferencia que impartió esta tarde en el marco del Congreso homenaje a Benedicto XVI con motivo de su 95 cumpleaños, organizado por la Fundación San Pablo CEU.



Estas declaraciones de Munilla tienen lugar, días después de que el arzobispo de Luxemburgo y relator general del Sínodo sobre la Sinodalidad, Jean-Claude Hollerich, compartiera en una entrevista en L’Osservatore Romano, el diario oficial de la Santa Sede, que los homosexuales “no son manzanas podridas” y abriera la puerta a las bendiciones para las parejas gais.

El mayor legado

El prelado sacó a colación esta cuestión para subrayar la entrega del Papa alemán como prefecto para la Doctrina de la Fe, considerando que “el mayor legado que Joseph Ratzinger ha dejado a la Iglesia es el catecismo”. Así considera que fue “determinante para una recepción adecuada del Vaticano II, no distorsionada, para interpretar todas las grandes aportaciones luminosas del Concilio en clave de continuidad y no de discontinuidad y de ruptura, que es en algo en lo que el papa Benedicto XVI ha insistido”.

Para Munilla, “la fe tiene que explicarse en su integridad, no solo con algunos aspectos en los que uno se identifica y que son políticamente correctos dejando en el olvido otros aspectos que no se llevan”. “La fe, o se explica íntegramente en sus dimensiones del credo, la moral, los sacramentos, la oración o no es la fe católica, es otra cosa, es una expresión según las modas y los aplausos que uno esté recibiendo”, añadió.

Falta de fe

El obispo insistió en que “el problema que tiene la Iglesia hoy es una falta de fe”. Para solventarlo habló de “una emergencia educativa” y “no distraerse demasiado en otro tipo de consideraciones”. “Es muy importante educar en la Doctrina Social, pero quizás a nuestros alumnos en este tiempo necesitan un repaso de introducción a la fe, que no se puede dar por supuesta”, defendió.

Es más, advirtió de que “la herejía de nuestro tiempo consiste en el divorcio entre fe y caridad, verdad y justicia, etc. No tanto la negación de dogmas concretos, como la contraposición de la verdad y la justicia, frente a la caridad y la misericordia, un antagonismo, o cuanto menos una falsa dialéctica entre dogma y misericordia”.

La crisis alemana

“¿Qué sería de la Iglesia católica si la crisis del Sínodo alemán nos hubiese encontrado sin el catecismo promulgado?”, se preguntó el prelado alertando de que el proceso germano se sostiene en la base de que “fuentes de la revelación no son ya solo la Sagrada Tradición, sino la propia sensibilidad y la opinión mayoritaria”.

Frente a ello, señaló que “es un signo de la Providencia con la que Dios cuida a su Iglesia el hecho de que en este momento de tanto confusionismo y de crisis interna en el seno de la Iglesia, dispongamos de esta expresión dogmática de la fe tan desarrollada y tan recientemente promulgada”. Es en este punto precisamente cuando lanzó su acusación a sus hermanos en el Episcopado.

Lección de eclesialidad

“¡Qué providencial es que en este momento el catecismo de la Iglesia esté promulgado!”, enfatizó el obispo que añadió que “es un milagro que esa obra magna del catecismo fuese elaborada y promulgada en plena crisis del relativismo, una muestra de la divinidad de la Iglesia”.

Munilla se reconoció en una generación de sacerdotes formados de la mano de Juan Pablo II y elegido obispo cuando Benedicto XVI apenas llevaba unos meses como Papa. A ambos les presentó como “un tándem indisoluble” que vino a reconducir una “recepción caótica del Concilio Vaticano II”.

Al final de su ponencia, ensalzó “la imagen del Papa emérito Benedicto XVI inclinándose al papa Francisco y quitándose el solideo es una lección de eclesialidad y también una lección a muchas personas que existen con teorías conspiranoicas”.

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