El Papa llama a los cristianos de Kazajistán a “no difundir maldades”

Todos los cálculos –a falta de informaciones oficiales– estiman que la asistencia a la Eucaristía que el Papa ha presidido en Nursultán, y con la que ha concluido su segunda jornada en la capital kazaja, puede cifrarse en torno a las 6.000 personas. Si tenemos en cuenta que los católicos de este país, con una superficie extensísima, rondan los 100.000, esto quiere decir que han hecho acto de presencia el 3% de los fieles de nuestra Iglesia; un porcentaje que vale lo que vale.



La misa ha tenido lugar en lo que fue el espacio de la Exposición internacional de 2017, una superficie dominado por una enorme bola de acero y cristal, concebida por dos arquitectos norteamericanos, con una altura que supera los 100 metros. Debajo de ella se había instalado el altar. Antes de la Misa, el Papa recorrió en papamóvil todo el reciento.

El rito eucarístico fue oficiado por el prelado de la archidiócesis de María Santísima de Astana, el arzobispo polaco Thomasz Bernard Peta, y concelebrada por los cardenales del séquito papal y otros prelados. Así, los fieles que han comulgado -la inmensa mayoría católicos, aunque no todos-, lo han hecho con una palpable emoción.

“No mordernos entre nosotros”

Francisco pronunció la homilía, de la que podemos destacar que, partiendo de las serpientes que castigaron la desconfianza del pueblo de Israel durante el éxodo en el desierto a la tierra prometida, dijo: “También en este gran país está el desierto que nos habla de fatiga, de esa aridez que a veces llevamos en nuestros corazón”. Y añadió: “En la historia de esta tierra no han faltado otras mordeduras dolorosas. Pienso en las serpientes abrasadoras de la violencia, de la persecución atea; en un camino a veces tortuoso durante el cual la libertad del pueblo fue amenazada y su dignidad herida. Nos hace bien custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido; no hay que eliminar de la memoria ciertas oscuridades, pues de otro modo se puede creer que son agua pasada y que el camino del bien está encauzado para siempre. No, la paz nunca se consigue de una vez por todas, del mismo modo que la convivencia entre las etnias y las tradiciones religiosas, el desarrollo integral y la justicia social”.

El Papa invitó a todos los presentes y a los que siguieron la misa a través de la televisión (que ha transmitido todos los actos de esta peregrinación papal) a alzar la mirada hacia Cristo en la cruz que “se ha hecho serpiente salvadora para que, mirándole a Él, podamos resistir las mordeduras venenosas de las serpientes malignas que nos atacan… Sí, porque Cristo, sobre el leño de la cruz, ha extraído el veneno de la serpiente del mal y ser cristianos significa vivir sin venenos. Es decir, no mordernos entre nosotros, no murmurar, no acusar, no chismorrear, no difundir maldades, no contaminar el mundo con el pecado y la desconfianza que vienen del Maligno”.

La jornada de mañana, última del viaje, Jorge Mario Bergoglio la inicia con el encuentro que ofrece a sus hermanos jesuitas y una audiencia en la catedral con los obispos, sacerdotes, religiosas/sos, seminaristas y operadores pastorales. Volverá de nuevo al Palacio de la Independencia para la lectura de la Declaración final del VII Congreso de Líderes religiosos y pronunciar un último discurso al que seguirá su saludo personal al centenar de participantes. La llegada a Roma está prevista a las ocho y media de la tarde; en el curso del vuelo mantendrá su esperada rueda de prensa.

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