Benito Baranda: “Chile necesita un nuevo pacto social más equitativo y democrático”

Este destacado laico reconocido por su compromiso social integró la Convención que ha entregado su propuesta para una nueva Constitución Política al país

La Convención Constitucional entregó al presidente Gabriel Boric su propuesta para una nueva Constitución, el mismo día que terminó su plazo de un año para elaborarla.



Tuvo su origen en las multitudinarias manifestaciones callejeras reunidas en muchas ciudades chilenas, durante octubre y noviembre de 2019, bajo el grito común de ‘hasta que la dignidad se haga costumbre’. Generaron una crisis social que provocó intensas negociaciones entre dirigentes políticos, las que culminaron el 15 de noviembre de ese año con el ‘Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución’ firmado por 12 dirigentes de partidos políticos de derecha, centro e izquierda excluyendo al Partido Comunista y otros de la actual coalición de gobierno. Gabriel Boric, actual presidente de Chile, fue uno de los firmantes, siendo cuestionado desde su sector, por hacerlo.

Hacia una nueva Constitución

Ese acuerdo abrió el camino para elaborar una nueva Constitución lo que se ratificó en el plebiscito del 25 de octubre de 2020 con un 78% de respaldo de la mayor cantidad de votantes hasta ese momento en la historia del país.

Hay una larga historia buscando reemplazar la actual Constitución promulgada en 1980 durante la dictadura militar de Pinochet, criticada desde sus inicios por su naturaleza antidemocrática, redactada sin participación ciudadana y aprobada en un plebiscito denunciado por sus irregularidades. Varios de esos esfuerzos por establecer un proceso para una nueva Constitución, culminaron a fines del mandato de la presidenta Michelle Bachelet, en 2018, con un proyecto que envió al Congreso, que más tarde fue rechazado por su sucesor, Sebastián Piñera.

A una variedad de demandas sociales (medioambiente, pensiones, salud, educación…) se sumó ésta. La bomba de tiempo explotó en octubre de 2019 con manifestaciones callejeras que, en Santiago, reunieron más de un millón de personas y muchas en otras ciudades. Así se llegó al Acuerdo y al plebiscito que dio inicio a este proceso.

La Convención Constitucional

En mayo de 2021 fueron electos los 155 integrantes de la Convención Constitucional, primera con paridad de género en el mundo, quienes tenían un año de plazo máximo para redactar la propuesta que debe ser plebiscitada el 4 de septiembre próximo y que están entregando ahora, al concluir su labor.

En el momento de la elección de los convencionales el país vivía una fuerte desconfianza y crítica a los políticos y los partidos, lo que se vio reflejado en la composición de la Convención: muchos independientes, integrantes de organizaciones sociales y líderes regionales destacados en demandas específicas. Pocos nombres conocidos del ámbito político o académico y en su composición política los representantes de la derecha no alcanzan al 30%, siendo dos tercios la cantidad de votos necesarios para aprobar una moción en el Pleno.

Con clara identidad católica

Elegido para la Convención entre los Independientes No Neutrales, Benito Baranda Ferrán, es conocido por su destacada labor como director del Hogar de Cristo, durante 20 años; su compromiso social y solidario en diversas actividades nacionales; y su clara identidad católica pública.

PREGUNTA.- ¿Cómo te sientes al término de un año de trabajo intenso en la Convención?

RESPUESTA.- Siento consolación interior por el trabajo realizado. La gran mayoría de las y los constituyentes hemos dejado una importante parte de nuestra vida, proyectos, amores, deseos de justicia, sueños y aspiraciones, en este texto constitucional. Y estos han respondido sustantivamente a lo que venimos recogiendo, escuchando y viviendo, en los territorios que habitamos y en los que trabajamos.

P.- ¿Cuál es tu apreciación sobre el trabajo de la Convención?

R.- Ha sido un trabajo profundamente colectivo, con algunas etapas más desconcentradas que otras, todas interrelacionadas, tanto al interior de la Convención como desde y hacia afuera. Yo conocía al 20% de los elegidos y tenía un vínculo cercano con muy pocos. Nunca me había ocurrido. Fue un proceso de aprendizaje, de conformar comunidad y de darse espacios de confianza. Destiné mis mejores energías y mi mayor oración, para que en este período de un año estableciéramos relaciones respetuosas, constructivas y miráramos el bien del país entero.

P.- ¿Cuáles fueron los principales insumos para ese trabajo?

R.- El primero es el impulso de un país que viene digiriendo una crisis social con amplias expectativas de cambio; además cientos de diagnósticos y propuestas que nacieron al alero de cabildos ciudadanos, iniciativas populares de norma y propuestas de centros de estudios, partidos políticos y los propios equipos de constituyentes. Iniciado el proceso estos insumos y los discursos y conversaciones que les acompañaban fueron mutando, compartiéndose, mejorándose, acogiendo criticas u observaciones que llegaban por la prensa, por las audiencias públicas y las conversaciones paralelas al interior de las agrupaciones políticas y entre los colectivos políticos de la Convención, en las comisiones y el Pleno de la Convención. Fue un ejercicio único, con todas sus complejidades y virtudes, pero indudablemente nuestro.

P.- Se percibió cambios en las posturas más exageradas iniciales, si es así, ¿a qué atribuyes ese cambio?

R.- Operó la democracia fruto también del conocimiento mutuo, la deliberación y reflexión. Quienes llegaban con propuestas, por ejemplo, de disolver los poderes del Estado o intensificar el rol subsidiario neoliberal del Estado propio de la Constitución del 80, no lograban tener los votos suficientes ni para superar una comisión temática; y en el caso en que alguna de ellas llegaba al pleno, donde necesitaba dos tercios de la Convención, no lo lograban. Fue un proceso que no vino a vetar ninguna posición política, sino que dio espacio a visiones que normalmente no llegan a los espacios de poder; es un proceso que buscó las mayorías. Eso fue incentivando abandonar muchas de esas posturas, y construir desde los consensos.

Espíritu de servicio por un bien mayor

La democracia nunca va a estar exenta de tensiones, así también ocurre en organizaciones eclesiales, deportivas y culturales, pero una sociedad madura enfrenta estos conflictos y diferencias con apertura y respeto a la diversidad y a las mayorías. No vinimos a escribir una Constitución personal sino colectiva, yo por lo menos no estuve para hacer puntos políticos, sino para lograr acuerdos que permitan un nuevo pacto social más equitativo y democrático, más justo y participativo. Algo de eso hemos aprendido en este proceso y se ha fraguado dentro de nosotros una actitud diferente, un espíritu común de servicio por un bien mayor.

P.- ¿Cómo fue tu experiencia de aportar desde valores no siempre compartidos con otros convencionales?

R.- Enriquecedora y desafiante, como todo diálogo sincero. En un país como Chile cuya diversidad, en palabras de la Nueva Constitución, es “geográfica, natural, cultural e histórica”, en donde “coexisten diversos pueblos y naciones en el marco de la unidad del Estado”; en donde se reconocen y protegen a las “familias, en sus diversas formas y modos de vida”, y en donde conviven “diversas cosmovisiones, con dignidad y respeto recíproco”. Además, en un Estado que se declara “social y democrático de derecho”, “plurinacional, intercultural y ecológico”, y que se constituye como una “República solidaria”.

Tuve relaciones de respeto, escucha y diálogo, por lo que creo que la diferencia valórica o de posiciones políticas no obsta, nunca, al buen trato e invita, en cambio, a comprender las experiencias vitales de cada uno, o de quienes representa. De hecho, a pesar de las diferencias, esta Constitución va a ser una Constitución de principios, con definiciones de mandatos amplios al Estado, al legislador y la sociedad en general, de hacia dónde avanzar y qué se debe respetar, que podríamos considerar como valores compartidos.

La espiritualidad como elemento esencial

En varios casos, no hubo consenso en disposiciones más concretas, por lo que se deja un espacio amplio a la democracia, al legislador y a las políticas públicas para concretizar estos principios. Por ejemplo, se reconoce un derecho al trabajo decente y su protección, que comprende condiciones laborales equitativas, salud y seguridad en el trabajo, igual remuneración por trabajo de igual valor, etc. Un hecho extraordinario fue el acuerdo muy mayoritario en el artículo de “libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y cosmovisión” que además señala que “el Estado reconoce la espiritualidad como elemento esencial del ser humano”.

P.- ¿Y qué te parece el resultado obtenido?

R.- El texto final recoge muchas de las luchas y deseos colectivos que antecedieron y acompañaron a este proceso. Representa la diversidad del país, visibiliza y otorga derechos a grupos excluidos, ofreciendo un concepto más sólido de igualdad e inclusión.

Es un texto que avanza, decididamente, en descentralización, ofreciendo un “Estado regional”; ofrece un nuevo trato con la Naturaleza y el medio ambiente; responde a la crisis y emergencia climática en la que nos encontramos y propone bases para un desarrollo sostenible, que llegue a todos, pero no a costa de las siguientes generaciones.

Es el camino de la dignidad humana que progresivamente vamos construyendo, será una época de transformaciones para que podamos colectivamente conformar una sociedad donde nos tratemos con justicia y amor, nos cuidemos y desarrollemos de manera integral.

P.- ¿Cuáles cambios positivos destacas en este texto, respecto a la anterior Constitución?

R.- En relación a la Constitución anterior da un salto sustantivo en el catálogo de derechos fundamentales: recoge buena parte de la tradición constitucional, pero se actualiza, robustece e incorpora nuevos derechos: la libertad de conciencia se complementa con un respeto a la espiritualidad, como elemento esencial de la persona humana y a la cosmovisión; se amplía la esfera de protección a otros derechos relacionados como la autonomía personal, la identidad y el libre desarrollo de la personalidad. El clásico derecho a la igualdad ante la ley se complementa con la protección ante todo tipo de discriminación y mandata al Estado corregir o superar desventajas para alcanzar la igualdad sustantiva en el ejercicio de los derechos. Se consagran derechos sociales y no meros derechos de elección: educación, salud, seguridad social, trabajo, acceso al agua. Se reconocen derechos culturales, se complementa la libertad de expresión con el derecho a participar de las comunicaciones sociales, la libertad de prensa; y derechos digitales, de protección de datos y de acceso a la conectividad digital.

Destaco, finalmente, el derecho a la vivienda digna y adecuada, que va de la mano con el derecho a la ciudad y el derecho a vivir en entornos libres de violencia y los deberes de planificación territorial. Este enfoque de derechos que se ejercen en el territorio es una perspectiva que requeríamos hace tiempo, por lo que creo que este “aterrizaje” del derecho a la realidad no puede sino traernos consecuencias virtuosas en nuestra vida política y social.

Esta es una Constitución que profundiza el respeto a la persona humana y que contribuye a tener una mejor sociedad, más cohesionada, segura y feliz.

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