‘Las Bienaventuranzas del obispo’: los mandamientos del Papa para los pastores de la Iglesia

Francisco repartió ayer una cuartilla en su encuentro con los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana que insta a los prelados “hacer de la pobreza su estilo de vida” y “no encerrarse en los palacios del poder”

 

“Bienaventurado el obispo que hace de la pobreza y del compartir su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el Reino de los cielos”. Con esta frase comienzan ‘Las Bienaventuranzas del obispo’, el texto impreso en un tarjeta con la imagen del Buen Pastor que el papa Francisco entregó ayer a los prelados italianos durante el encuentro que mantuvo con ellos en un hotel de Roma, donde los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) celebran su 75 asamblea general extraordinaria.



El Vaticano informó de que la audiencia, de carácter “estrictamente privada”, duró poco menos de dos horas. A Jorge Mario Bergoglio lo recibió el presidente de la CEI, el cardenal Gualtiero Basseti, arzobispo de Perugia-Città delle Pieve, junto al resto de la cúpula del episcopado italiano, entre ellos el secretario general, Stefano Russo, arzobispo emérito de Fabriano-Matelica, que consideró que se había tratado de un encuentro “en familia” en el que  Francisco escuchó las palabras que le plantearon los obispos, a quienes dedicó largas respuestas.

Camino sinodal

“El Papa estuvo muy atento a nuestras realidades. En la respuesta a cada obispo citó a menudo alguna cosa ligada a las diócesis”, explicó Russo en TV2000, el canal de televisión impulsado por la CEI. “El tema principal de esta asamblea es el camino sinodal de las Iglesias italianas. Vivimos el tiempo de la escucha y, como siempre, el Papa lo testimonió. Ha venido entre nosotros y se ha puesto en escucha”.

El secretario general del episcopado italiano consideró que ‘Las Bienaventuranzas del obispo’, escritas por el arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia, suponen una exhortación para que el obispo “sea siempre testimonio de la misericordia”. Este texto pide en sus ocho apartados a los pastores que sepan reflejar “los dolores de la gente y las fatigas de los presbíteros” y que consideren su ministerio “un servicio y no un poder”, así como que “no se encierren en los palacios del gobierno”.

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