En Chile, el pueblo despide a su cura obrero

  • Una multitud acompañó los restos de Mariano Puga hasta el templo San Francisco, en Santiago.
  • Amigos hablan de su compromiso con los pobres y con los derechos humanos en un radical testimonio de Jesús.

Varios miles de personas caminaron unas 10 cuadras, desde la Plaza Los Héroes hasta el templo de San Francisco, por la principal avenida de Santiago, acompañando el colorido ataúd con los restos de Mariano Puga, que era llevado en hombros por integrantes de su comunidad, La Minga.

Jóvenes, adultos, hombres, mujeres, católicos y no católicos, se hicieron presente para despedir al cura que a muchos de ellos defendió o escondió durante la dictadura, y que siempre vivió en medio de los más pobres, denunciando, con su vida y su palabra, las condiciones injustas en que viven.

Los llevó hasta Jesucristo

A la Misa llegó el arzobispo de Santiago, Celestino Aós, y sus obispos auxiliares para dar el responso final. “Es impresionante constatar en este caso, dijo Aós al término de la ceremonia, cómo tantas personas de diferentes sensibilidades políticas y hasta de diversos credos religiosos, han sintonizado con el padre Mariano Puga, precisamente porque Mariano los unió, los atrajo y los llevó hasta Jesucristo y en Jesucristo encontramos la unión, buscando la justicia, la verdad, el respeto”.

Paulo Álvarez, coordinador de la comunidad La Minga, dijo al sitio web del Episcopado, iglesia.cl, que “Mariano obstinadamente mostró su fidelidad con el Nazareno, entregó su vida entera a quiénes eran tratados como irrelevantes, dónde para él, los primeros eran los pobres de la tierra, los drogodependientes, las trabajadoras y trabajadores sexuales, ladrones y los desobedientes”.

Un dirigente poblacional, Patricio Cisternas, agregó que “Mariano ha sido un testimonio de Jesucristo, de una iglesia viva, del evangelio de los pobres y un testimonio de transversalidad. Él convirtió muchos corazones y su mensaje seguirá vigente, tanto en los derechos humanos, en el evangelio, en los pobres, en La Minga, ese lugar que lo chifló por Jesucristo”.

El más parecido a Jesús

Al término de la Misa, Pablo Álvarez agradeció a nombre de La Minga, la presencia de esa multitud en el templo y en especial al Arzobispado de Santiago que respetó el querer de Mariano en relación a los contenidos y estilo de su ceremonia fúnebre. Pablo resaltó que el principal fin de Mariano fue hacer presente a Jesús resucitado en medio este mundo actual: «tú, Mariano, eres increíble, fuiste el más parecido a Jesús», dijo.

Decenas de comunidades cristianas, principalmente de sectores populares de Santiago, participaron durante el velatorio en su capilla de Villa Francia, el sábado y luego en la Misa en San Francisco. Muchas llevaban lienzos con leyendas alusivas al testimonio de Mariano, banderas y cruces.

Después de la Misa el ataúd fue llevado hasta el Parque de la Paz, antiguo centro de torturas durante la dictadura conocido como Villa Grimaldi, donde el mismo Mariano fue torturado. Allí otros miles de personas lo acompañaron por varias cuadras, y durante la tarde despidieron con música, cantos y testimonios a Mariano.

Al servicio de los pobres

Puga nació en una adinerada familia chilena, estudió en Londres y Santiago, ingresó a arquitectura en la Universidad Católica de Chile, estudios que no terminó porque conoció las condiciones de vida de una población muy pobre que lo conmovieron al punto de decidir hacerse sacerdote y consagrarse al servicio de ellos. Fue fiel a ese compromiso hasta su muerte a los 88 años, el viernes pasado.

Destacado por la radicalidad de las condiciones de su vida con las que indicaba el estilo de Jesús, esa era también la fuente de la fuerza de su denuncia social y eclesial, siempre poniendo el Evangelio a la vista.

La noticia de su muerte fue comentada en las redes sociales. Claudia Pizarro afirma en Twitter que “le molestaba que lo adularan. Decía que los reconocimientos solo eran para Cristo. Vivió sus más de 60 años de sacerdocio como auténtico obrero, sin disfrazarse de pobre. Ahora estás junto al Padre, ¡heroico Mariano Puga!”.

El escritor Emiliano Valenzuela también hizo circular una carta-testimonio de su amistad con Puga. En parte de ella dice: “Nunca conocí a Cristo hasta que me encontré contigo; pero el Cristo que me mostraste no era el de las viejas católicas de mi familia (…) Era el Cristo de la acción, el de la vida, el de la liberación; el Cristo de los verdaderos pobres, el Cristo inmigrante, el Cristo obrero, el Cristo de las barricadas, el Cristo de los hambrientos y los presos, el de la primera línea, el Cristo de los sin voz, el Cristo de los que tienen cáncer y van a morir en la soledad y la miseria, el Cristo de los desaparecidos, el de los presos políticos, el de la revolución, el Cristo que como tú fue capaz de perdonar a sus torturadores”.

Más adelante Valenzuela agrega: “Te vi hablar en silencio con Dios y por eso fui tantos domingos a tu humilde iglesia, para que bautizaras a mi hija, porque me gusta soñar que ella vivirá en ese reino de redención donde el pueblo de Chile vencerá”.

 

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