El “valiente” que tiró la Pachamama al Tíber se confiesa orgulloso

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“Hola. Mi nombre es Alexander Tschugguel y soy la persona que lanzó al río Tíber los ídolos de la Pachamama”. Ante la cámara, y pronunciando estas palabras en inglés, se encuentra Alexander Tschugguel, uno de los jóvenes austriacos que arrojaron al río las estatuas de la Pachamama expuestas en la iglesia de Santa María in Traspontina (Roma) el pasado 21 de octubre. Los mismos a los que el cardenal Walter Brandmüller – que es, además, uno de los firmantes de la ‘dubia’ contra Francisco – alababa por haber sido capaces de perpetrar un acto, según él, “valiente” y “simbólico”. 

“Es un gesto que, estoy convencido, expresa el ‘sensus fidei’ de millones de católicos de todo el mundo”, dice el profesor Roberto de Mattei en la introducción del vídeo, colgado en el canal de la agencia informativa Corrispondenza Romana. “¿Por qué he hecho esto?”, continúa Tschugguel, “veréis, he seguido muy de cerca todo lo que estaba sucediendo en Roma en relación al Sínodo para la Amazonía, y se me ha ocurrió obtener más información en la propia Roma”.

Así llegó a la ciudad italiana al inicio del Sínodo, para “asistir a algunas conferencias y para obtener más información sobre las múltiples cuestiones del mismo”. Al margen de estas conferencias, visitó la iglesia de Santa Maria in Traspontina, que se encuentra entre Castel Sant’Angelo y la basílica de San Pedro. En ella “hay dos capillas laterales que habían sido preparadas para los visitantes del Sínodo para la Amazonía. Había también voluntarios alrededor y dentro de las capillas, así como distintos símbolos de las culturas amazónicas”. Y, entre ellos, se encontraban las dos estatuas de la Pachamama.

“Contra el primer mandamiento”

“Los voluntarios nos explicaron que eran símbolos de fertilidad, de la Madre Tierra, de la ecología integral, etc.”, apunta. “Prosiguiendo con la conversación, nos explicaron que el Sínodo no tenía tanto que ver con la religión como con la esfera política”, unas declaraciones que “impactaron” a Tschugguel y por las que siguió preguntando. “Les hice muchas preguntas acerca de esto. Les pregunté si los habitantes de la Amazonía habían sido bautizados por los misioneros y me dijeron que normalmente no, porque no forma parte de su cultura. Me quedé realmente desconcertado”, subraya.

Otro día regresó a la iglesia con “un amigo que sabe hablar portugués” para seguir indagando. Así, Tschugguel trata de justificar que el motivo que le impulsó a robar las estatuas y tirarlas al río fue la información que recibió por parte de los voluntarios. “Después de todas las visitas y de lo que escuché, para mí estuvo todo claro. Todo esto iba en contra del primer mandamiento, y por lo tanto era algo equivocado”, añade.

“La Pachamama es una diosa de la fertilidad, la Madre Tierra, mientras el primer mandamiento dice ‘Yo soy el Señor, tu Dios. No tendrás otros dioses más que yo. No te postrarás delante de ninguna imagen esculpida'”, recita Tschugguel, quien asegura, además, que se sintió impactado por un vídeo en el que, en los jardines del Vaticano, “ellos” – un grupo de indígenas – se “postraban delante de las figuras”.

“Un gran éxito”

“Volví a Austria y pensé una y otra vez si todo esto estaba bien. Entonces, junto a algunos amigos, llegamos a la conclusión de que debíamos hacerlo, debíamos volver a Roma y sacar las estatuas de la Iglesia”, dice, ya que “no pertenecen a la Iglesia católica y por ello deben estar fuera de ella”. Así decidieron que, durante la madrugada del 21 de octubre, entrarían en la iglesia y robarían las estatuas, aunque no explica en ningún momento de dónde partió la decisión de tirarlas al Tíber.

“Habíamos oído que abría a las 06:30, pero aparentemente no lo estaba. Estuvimos dando una vuelta un tiempo, rezando el rosario y sentándonos en un banco cercano a la iglesia. Tras recitar el último ‘Ave María’, las puertas se abrieron”, explica. “Así que entramos dentro, y miré dentro de las capillas para localizar las estatuas de la Pachamama. También entré para tratar de coger el máximo número de símbolos paganos que pudiésemos”, añade.

“Salimos de la iglesia y caminamos hacia Castel Sant’Angelo. Cercano se encuentra el puente del Ángel, y desde este lugar tiramos, una a una, las estatuas de los ídolos al Tíber. Ha sido un gran éxito”. Asimismo, Tschugguel asegura que “en aquel momento no éramos conscientes de la magnitud de lo que había ocurrido, pero después de unas horas comprendimos que esto tendría un gran impacto sobre el mundo católico y sobre el Sínodo, porque todos podrían ver lo que realmente estaba ocurriendo en él y podrían informarse al preguntarse qué es la Pachamama, qué representa”.

“Listos para más”

Brandmüller y de Mattei no han sido los únicos que han aprobado el robo. De hecho, Tschugguel asegura que han “recibido muchísimo apoyo”, así como que “hay mucha gente fantástica que ha rezado por nosotros”. “Creo que han sido millones de rosarios los que se han rezado hasta el momento”, asegura, algo ante lo que se siente “muy honrado y contento de que esto esté sucediendo, porque si no rezamos los unos por los otros, nada funciona”.

“Por eso hemos decidido no escondernos. Quiero estar al descubierto, porque no quiero que se piense que se trata de una acción cobarde”, subraya, defendiendo que no han dado la cara “en seguida” porque querían que la gente hablase de lo que estaba sucediendo, no de quién estaba actuando”.

Pero ahora, dos semanas después, quieren “afrontarlo”, pero, sobre todo, quieren “mostrar que algunos laicos estamos presentes, que nos alzamos y no aceptamos que cosas de ese estilo ocurran en la Iglesia católica. Venimos de Austria, de Viena, y acabamos de regresar a nuestra bellísima ciudad, listos para otras acciones”.

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