El presidente de los obispos de México asegura que la xenofobia es ignorancia

  • “Ahora que la humanidad vive un fenómeno inusitado de movilidad humana, se presenta una gran oportunidad de amar”, dijo Rogelio Cabrera
  • El arzobispo regiomontano pidió a la comunidad de Monterrey recordar que “nadie estorba, nadie excede y siempre hay lugar para todos”

“Hoy quiero presentar a la Virgen de Guadalupe una necesidad muy importante para nuestra Iglesia de Monterrey: que amen a los migrantes”.

Así concluyó el arzobispo Rogelio Cabrera López su homilía con motivo de la tradicional peregrinación anual de la Iglesia regiomontana al Tepeyac, que tuvo lugar la mañana de este lunes 12 de agosto.

Cientos de fieles de la arquidiócesis norteña –que preside el también Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano– acompañados por sacerdotes y obispos auxiliares, arribaron desde muy temprano a la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, en medio de coloridas danzas de matachines.

Amen a los migrantes

Tras señalar que en todo momento de la historia Dios siempre pone a sus hijos en circunstancias que los obligan a crecer en el amor, Rogelio Cabrera aseguró que ahora que la humanidad vive un fenómeno inusitado de movilidad humana, se presenta una gran oportunidad de amar.

“¿Quién no ha tenido que ir a otra ciudad a vivir?”, preguntó el arzobispo, y llamó a agradecer que nunca falta quien recibe con cariño al forastero, “porque México tiene un corazón tan amplio como su territorio”. Que no hay una persona –agregó– que no sea bien recibida… porque amar al forastero es también respetar nuestra memoria e historia”.

Cabrera dejó en claro que toda acción xenofóbica es en el fondo ignorancia; “es olvidar la historia, es olvidar la propia historia, la genealogía, porque todos, de un modo o de otro, nos desplazamos, en nuestras ciudades, en nuestros estados, incluso, de un país a otro. No olvidemos que somos migrantes”.

Para todos hay lugar

El arzobispo reconoció que a veces no se sabe cómo ayudar, cómo tender la mano, porque los hechos sobrepasan las posibilidades de las personas. “Pero hay algo –dijo– que llena ese vacío, y es el cariño, la palabra bondadosa y el buen ánimo.

Refirió que en el Tepeyac se aprende a aceptar al extranjero, incluso aunque sea un invasor, colonizador o destructor. “Así nos enseñó Santa María de Guadalupe, a mirar inclusive a los que venían a colonizar con la espada y abuso de poder. Ante ellos nos enseñó a tener serenidad y calma, sabiendo que el amor vence siempre, que el bien tiene la última palabra, que hay valores que aunque a veces parece que desaparecen o quedan eliminados, siempre están en el corazón humano”.

Finalmente, pidió a los católicos de Monterrey no dejarse seducir por pensamientos contrarios al amor y a la caridad, pues “nadie estorba, nadie excede, todos tenemos un lugar, siempre hay lugar para todos. Amen al forastero, amen al migrante”, dijo.

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