Hans Zollner: “¿Qué enfermedad hay en la Iglesia que ha permitido el cáncer de los abusos?”

Hans Zollner

“¿Qué sienten ustedes al oír hablar de los abusos dentro de la Iglesia católica?”. Con estas palabras invitó a reflexionar Hans Zollner durante la conferencia que impartió ayer, 6 de marzo, en la sede de la Universidad Pontificia de Comillas. Zollner, coordinador de la cumbre antiabusos celebrada a finales de febrero en el Vaticano y presidente del Centro para la Protección Infantil de la Pontificia Universidad Gregoriana, ha presidido esta conferencia bajo el título ‘La Iglesia católica universal y la protección de menores’. “Hacemos muchas declaraciones, pero como Iglesia, como grupos, como individuos, no estamos concienciados de que esto nos afecta a todos”, añadió el jesuita, alegando que el motivo de la conferencia “este miércoles de ceniza” no era otra que la de “hablar de las faltas y crímenes cometidos por miembros de la Iglesia, sacerdotes o educadores, sean quienes sean”.

“No es fácil estar en silencio frente a esta realidad”, dijo Zollner, que señaló que, estadísticamente “hay víctimas aquí, en este momento, en este lugar”. Y es que, siguiendo diversos informes, entre ellos el último del Consejo de Europa, “uno de cada cinco jóvenes ha sufrido abusos” y “en cualquier grupo de más de diez personas, hay al menos una que ha sido abusada” ya sea por un familiar, un educador o un clérigo. “El tema es mucho más extenso de lo que nosotros pensamos”, apostilló.

En 2015 Zollner le entregó a Francisco un dibujo que le había enviado una víctima canadiense, abusada sexualmente por su padre y por un cura. Representaba a un Jesús crucificado en el árbol de la vida. Llorando. “La cara del Papa en aquel momento reflejaba empatía y cercanía, y esa es la actitud que una víctima quiere ver en la Iglesia”, apuntó, “pero muchas veces la gente no encuentra la cara misericordiosa de los que proclaman el evangelio”. Al contrario, encuentran “una puerta cerrada en la Iglesia”, cuando en realidad “es responsabilidad de todos ir hacia adelante y cambiar esta actitud”. Lejos de pensar en una Iglesia que quiere que “pase la tempestad”, Zollner llamó a ser “la institución que lleva, en la sociedad, la protección de menores como su máxima”. Una actitud así “cambiaría la opinión de la gente acerca de la Iglesia” y es, además, una manera de “escuchar lo que Dios quiere de nosotros, a lo que nos está llamando en este momento”.

Un problema estructural

“En los 35 años que llevamos tratando este tema hemos aprendido a enfrentar a esta realidad, hemos hablado de ella, nos hemos defendido, pero sin entrar de lleno en el sufrimiento de las víctimas”, ha sentenciado. Zollner ha señalado que el año 2018 llevó a la Iglesia a “otro nivel” a la hora de tomar conciencia de que “no estamos hablando de casos singulares sino de la estructura de la Iglesia”, ya que la institución “ha permitido durante décadas esta proliferación del mal”. Por este motivo, Zollner se pregunta “qué enfermedad hay en la Iglesia católica que ha producido este cáncer”, no solo a nivel de una “mala conducta sexual”, sino a la “incapacidad de liderazgo y de vivir coherentemente con nuestros valores”.

Zollner ha hecho un repaso de lo que 2018 supuso para la Iglesia, empezando con el caso Karadima. “Hace más o menos un año, el Papa estaba en Chile, y fue cuando se pronunció sobre el caso Karadima, expresando su incredulidad”. Sin embargo, Francisco “envió a Scicluna y a Bertomeu para investigar no a Karadima, sino a la Iglesia chilena”. En abril del mismo año, “el Papa se acusa a sí mismo de no haber creído en las acusaciones y de no haber tomado en serio la situación, invitando al episcopado chileno a reflexionar”. En esta carta, Jorge Mario Bergoglio puso de manifiesto que “se trata de un problema estructural”. El caso concluyó con la renuncia de ocho de esos obispos por encubrimiento, mientras que dos de ellos han sido expulsados del estado clerical. Zollner recordó, igualmente, el caso de Theodore McCarrick, que fue dimitido del estado clerical el pasado 15 de febrero, así como el de los 300 sacerdotes católicos en seis diócesis en Pennsylvania acusados de abusos y que dejaron más de mil víctimas.

“Australia es un país donde la Iglesia está a la vanguardia de la prevención y, sin embargo, la respuesta que recibo siempre de los obispos es que no lo entienden”, afirmó, subrayando que, a pesar de “todas las medidas, dinero y personal invertido en esto”, lo que comunica la Iglesia es que “está haciendo lo necesario, pero no lo hacemos porque estamos convencidos en nuestro corazón”. Por este motivo, Zollner está seguro de que “la palabra que falta no es pedir perdón, sino decir: lo siento, mi corazón sufre con ustedes”. En este contexto, la Iglesia, “que tendría que ser el ejemplo, el modelo de compasión, empatía y caridad, comunica exactamente lo contrario, ya que se muestra a la defensiva e incapaz de vivir de la mano de las personas que han sufrido”.

Un problema que “no ha hecho sino empezar”

El jesuita considera, además, que el tema de los abusos no ha hecho sino empezar, y que será especialmente “difícil para las Iglesias de África y Asia, porque todavía viven en la ilusión de que esto no les tocará, pero lo hará, quizás incluso más fuertemente”. Y lo hará porque “estamos viendo también el abuso a adultos, seminaristas y monjas, y todavía no podemos saber el daño que hará esto a las Iglesias de estos países”. “Se me hace incomprensible la falta de ganas de comprometerse por parte de la Iglesia, sabiendo cuánto daño se ha hecho”, señaló, afirmando que, a su parecer, esta pasividad viene, en gran medida, “de la incapacidad de enfrentarnos a nuestras emociones sobre este tema”.

Por otra parte, Zollner se mostró muy crítico con la forma en la que la Iglesia, como institución, está manejando lo que comunica. “No estamos siendo capaces de comunicar lo que estamos haciendo en esta situación, mucho menos en el mundo digital”, cuando la realidad es que “ninguna otra institución está abriendo caminos de prevención seria, ninguna está haciendo reuniones como esta, pero no somos capaces de comunicarlo”. De la misma manera, “tampoco somos capaces de comunicarnos entre nosotros”, y eso se hace patente, por ejemplo, en el caso de la Conferencia Episcopal polaca, que “está cometiendo los mismos errores que cometieron los obispos alemanes hace nueve años, cuando estallaron los casos de abusos en este país”.

“La herida más profunda es la pérdida de la fe”

Durante la conferencia, Zollner abordó también el tema de la cumbre contra los abusos celebrada en el Vaticano. “Hay muchos obispos que no conocen el Derecho Canónico, ni las directrices de la Iglesia, ni cómo dirigir una investigación”, dijo, preguntándose “en qué organización sus líderes no conocen sus estatutos”. Además, remarcó algunas excusas que escucha con frecuencia, como que hay más casos en otras instituciones. “No podemos afirmar esto porque no tenemos una comparación científica que lo evidencie”, subrayó, aclarando que “esta frase es falsa y errónea, simplemente porque de nosotros se espera otra cosa, no el abuso”. Un abuso que parte de lo espiritual, de la fe, y que se consuma en el sexual, de poder. “Estas personas pierden su fe por manos de sus responsables”, motivo por el cual considera que “la herida más profunda es, precisamente, la pérdida de la fe”.

“Mucha gente habla de que hay que quitar el celibato para evitar este problema”, apuntó, “pero todos los informes e investigaciones confirman que, si bien puede ser un factor de riesgo, el celibato no lleva al abuso”. También arremetió contra las voces que culpan de los abusos a la homosexualidad. “Ni produce ni conduce al abuso”, si bien “hay una realidad que no podemos negar, y es que el número de abusos hacia varones es mucho mayor que en el resto de casos dados en otros ámbitos de la sociedad”. Sin embargo, esto es resultado de que “en los años 50 y 60 no había escuelas coeducativas, no había monaguillas femeninas, así que el contacto era mucho mayor con varones”. De la misma manera, Zollner criticó a aquellos que acusan a los medios de comunicación de querer acabar con la Iglesia. “Los periodistas no son los que producen el escándalo”, sino que “somos nosotros, los sacerdotes y religiosos los que lo producimos”.

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