Diego de Pantoja como icono para el abrazo eclesial a China

  • Este 2018, en el 400º aniversario de su muerte, se celebra un Año dedicado a su memoria
  • El jesuita español, compañero de Mateo Ricci, accedió en 1601 a la corte del emperador Wan Li

Matteo Ricci y Diego de Pantoja, misioneros jesuitas en China

En un momento clave, en medio de todos los rumores que apuntan a un inminente acuerdo entre China y la Santa Sede para el nombramiento de obispos en el país asiático, la Iglesia celebra, al cumplirse 400 años de su muerte, la memoria del jesuita español Diego de Pantoja (1571-1618), que fue misionero allí a inicios del siglo XVII junto a Matteo Ricci, considerado como el gran introductor de la fe cristiana en el Imperio chino.

Los primeros actos en nuestro país ya han tenido lugar esta semana. Este miércoles 11 de abril, el Instituto Cervantes de Madrid acogió la presentación oficial del Año Diego de Pantoja, contando con las intervenciones de los profesores Ye Nong, de la Universidad de Jinan; el jesuita Ignacio Ramos, profesor de The Beijing Center for Chinese Studies; e Inmaculada González Puy, directora del Instituto Cervantes de Pekín. Dos días, después, el viernes 13, la Casa Asia de Barcelona organizó otro encuentro académico sobre la figura de este histórico jesuita en el que también se involucraron el Instituto Confucio de Barcelona, el Instituto Cervantes y la Universidad Pompeu Fabra.

En ambos espacios se glosó la figura de Diego de Pantoja, destacándose que fue uno de los pioneros en las relaciones entre China y Occidente tras seguir los pasos de san Francisco Javier, quien, medio siglo antes, fue el gran precursor de la huella ignaciana en Oriente. Como uno de los colaboradores más estrechos de Matteo Ricci, uno de los grandes referentes de la Compañía de Jesús entre finales del siglo XVI e inicios del XVII, el religioso español consiguió acceder, en 1601, a la corte del emperador Wan Li, de la dinastía Ming.

Natural de la localidad madrileña de Valdemoro, ingresó en el noviciado jesuita de Toledo a los 18 años. Allí, pronto se sintió fascinado por el provincial, Luis de Guzmán, apasionado por Oriente y autor de obras como ‘Historia de las misiones de la Compañía de Jesús en la India Oriental, en la China y en el Japón’. Animado por él, en 1596, Pantoja salió desde Lisboa como integrante de la misión de la Compañía en Oriente.

La misión, de la que formaban parte varios jesuitas, llegó a Macao el 20 de julio de 1597. Pantoja decidió permanecer allí un tiempo para asentar su formación sobre la cultura local. Tras un infructuoso intento de enrolarse en 1598 en la misión de la Compañía en Japón (tras iniciarse una campaña de persecución contra los cristianos), sería en 1599 cuando ya pudo entrar en la China continental. Lo hizo de un modo clandestino, infiltrado en una delegación comercial portuguesa, pues el emperador tenía prohibida a los extranjeros la entrada en el país.

Finalmente, en 1600, pudo reunirse en Nankín con Matteo Ricci, quien llevaba ya varios años oculto en el territorio chino. Desde entonces, se convirtió en su compañero en una aventura sin igual. Y es que ambos se presentaron en 1601 en Pekín y, tras conseguir sorprendentemente el apoyo del emperador, este les permitió quedarse en la capital.

Sobre la causa de su aceptación por parte de Wan Li, la causa más creíble es que quedara impresionado con los regalos que le entregaron y que despertaron su curiosidad: un mapamundi, una biblia, un clavicordio, retratos de Jesucristo y la Virgen María, un grabado de El Escorial y dos relojes. Estos últimos fueron los que más impactaron al emperador, conociendo Pantoja su funcionamiento y enseñándoselo a los eunucos reales.

En los años siguientes, Ricci y Pantoja consiguieron poner en marcha una pequeña comunidad cristiana al sur del país, uniéndose a ellos otros jesuitas extranjeros. Cuando Ricci murió, en 1610, la apelación del español al emperador causó efecto y este pudo ser enterrado en suelo pequinés. Un gesto sin precedentes.

Una fe inculturada

Como destaca el Departamento de Comunicación de la Compañía en España, “como Ricci, Diego de Pantoja fue partidario de la introducción del cristianismo acercándose a la cultura, las costumbres y tradiciones de otros pueblos”, lo que ayudó en la expansión de la fe en China, pudiendo además “ganarse el respeto de las autoridades” en un momento en el que se veía con recelo toda influencia extranjera.

De hecho, Ricci y Pantoja adoptaron sus costumbres, su aspecto físico y su vestimenta al estilo tradicional chino de la época, pasando como unos más entre tantos. El español se cambió el nombre y pasó a llamarse Páng Dí’é (龐迪我). En el campo intelectual, tras dominar completamente la lengua local, Pantoja se convirtió en un experto de su literatura clásica y publicó hasta nueve obras en chino.

Además, el religioso español transmitió su pasión por la cultura en la que se había encarnado e hizo todo lo que estuvo en su mano por acercarla a nuestro país. Así, en 1602 escribió a su maestro, Luis de Guzmán, y le transmitió un completísimo tratado sobre China, abordando su geografía, su historia, su cultura y su sistema político. La carta fue todo un referente y, adoptada como un manual sobre China, circuló por toda España y se tradujo al francés, al alemán, al latín y al inglés.

Expulsión y muerte en Macao

La suerte de los jesuitas cambió tras la muerte de Ricci. Entonces, algunos de los miembros de la misión criticaron la inculturación de Pantoja y defendieron que la catolicidad debía marcarse mucho más frente al confucianismo. La polémica azuzó el rechazo que la figura de los jesuitas despertaba en la corte imperial entre los sectores más reaccionarios y proteccionistas de su identidad cultural y acabó motivando, tras 17 años de presencia en la capital, la expulsión de Pekín de Diego de Pantoja y otros jesuitas. A él le fue otorgado el poder refugiarse en Macao, donde pasó otros cuatro años, hasta que le sobrevino una repentina enfermedad y, finalmente, murió el 9 de julio de 1618. Tenía solo 47 años.

Como ocurre tantas veces en la Historia, personajes que rompieron moldes y acercaron culturas, acabaron prácticamente en el olvido. Los jesuitas, a los 400 años de su muerte, quieren visibilizar la vida y obra de quien fue un puente indispensable entre Oriente y Occidente. El Año Diego de Pantoja puede contribuir mucho a ello.

A lo largo del año verán la luz distintos libros y artículos sobre el jesuita español. Además, la editorial Mensajero reeditará la obra ‘Diego de Pantoja y la China de Zhang Kai’.

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