Nzapalainga y Layama: cuando el otro es un amigo, no una amenaza

“Los mellizos de Dios” fomentan juntos una cultura de paz en República Centroafricana

cardenal Dieudonné Nzapalainga e imán Omar Kobine Layma República Centroafricana en Madrid reciben Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2016 enero 2017

El cardenal y el imán de Bangui, durante su paso por Madrid

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Frente a la idea cada vez más extendida de que vivimos en un tiempo marcado por el choque de civilizaciones, noción alumbrada por el politólogo Samuel Huntington, la acepción opuesta va más allá de la alianza de civilizaciones que en su día impulsaran líderes políticos como José Luis Rodríguez Zapatero: la amistad como eje mismo de la civilización. Cuenta con varios referentes excepcionales en todo el mundo, pero en la convulsa República Centroafricana sus apóstoles son dos amigos: el cardenal de Bangui, Dieudonné Nzapalainga, y el imán de la Mezquita Central de la capital centroafricana, Omar Kobine Layama.

De viaje en Madrid para participar en el XXIX Encuentro África (que se celebró del 3 al 5 de febrero bajo el lema Islam y cristianismo, diálogo bajo un mismo techo), organizado cada año por la revista Mundo Negro y los misioneros combonianos, ambos recibieron, en el curso de las jornadas, el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2016. El día 2, en un encuentro previo con la prensa, “los mellizos de Dios” –como son conocidos en Bangui– profundizaron en lo que ha supuesto la Plataforma Centroafricana de Confesiones Religiosas, que impulsaron en diciembre de 2012, tras la rebelión de la milicia islamista Seleka y la respuesta por parte de las milicias cristianas anti-Balaka. (…)

Con todo, reconoció el cardenal, no fue fácil: “Me amenazaban diciendo que no podía ir al Kilómetro 5, el barrio islámico de Bangui. Muchos musulmanes me echaban en cara que había distorsionado la fe de su imán. Él vio cómo destruyeron su mezquita y quemaron su casa. Entonces yo le acogí, junto a su mujer e hijos, durante seis meses en mi casa, en el obispado”.

Ahí, desde esa experiencia de convivir bajo el mismo techo, es cuando fueron más allá y, desde la amistad, encarnaron su misión: “El diálogo entre islam y cristianismo no es una abstracción, una teoría, sino una forma de vivir. Es algo muy fuerte el buscar lo que nos une para avanzar. En nuestro caso, hemos visto en esto un sentido muy hondo de la religión”. “El diálogo es el fundamento del islam y del cristianismo”, sentenció el imán.

En conversación posterior con Vida Nueva, ambos profundizaron en cómo fue esa convivencia…

Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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