Arzobispo de Bangui (República Centroafricana)
JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO. BANGUI | “Hace pocos días fui a visitar una de nuestras parroquias, Bokagolo, en una zona rural. Cuando llegué a la escuela me dijeron que había 450 alumnos, atendidos solo por tres maestros. ¿Qué puede usted esperar de una situación así? Miré a los niños y me dio pena cuando pensé: estos son los futuros rebeldes”. Con esta claridad meridiana se expresa Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, la capital de la República Centroafricana, un país con indicadores mundiales poco envidiables.
Según Naciones Unidas es el segundo país más pobre del mundo, y a finales del año pasado, la revista Forbes International lo señaló como la nación más triste del planeta. El religioso conoce bien esta situación: “La mayor parte de la gente come solo una vez al día; en la mayoría de las zonas rurales hay que caminar al menos 40 kilómetros para llegar al centro de salud más próximo, y una vez allí la gente no podrá hacerse con los medicamentos porque hay que pagarlos y muy pocos tienen el dinero necesario”.
Hablamos en la modesta oficina de monseñor Nzapalainga. El arzobispo, un misionero espiritano, fue nombrado titular de Bangui el año pasado, a sus 45 años, tras un período de turbulencias después de que el Vaticano obligara a dimitir a su predecesor por “causa grave”.
Pero nada hacía presagiar entonces que el nuevo arzobispo tendría que vérselas con situaciones aún más conflictivas. Tras diez años de relativa calma en uno de los países más inestables del mundo, en diciembre pasado una coalición de grupos rebeldes ocupó en pocas semanas más de doce ciudades del norte y el este del país, llegando a las puertas de Bangui, donde solo un contingente de soldados enviados apresuradamente por los países vecinos los detuvo.
A primeros de enero de 2013, el arzobispo fue uno de los delegados que acudieron a Libreville, la capital de Gabón, donde Gobierno, oposición democrática y rebeldes firmaron un acuerdo de paz.
Cúmulo de problemas
Sobre las causas, el arzobispo analiza con claridad: “El conflicto es consecuencia de un cúmulo de problemas no resueltos. En cualquier país, el Estado tiene la obligación de proporcionar servicios a sus ciudadanos, pero aquí, la mayoría de la gente vive en el abandono más absoluto, sin ningún tipo de servicios básicos, y cuando se vive de frustraciones sin fin, si se presenta un grupo armado que promete resolver los problemas del país, la población –sobre todo los más jóvenes– se deja convencer”.
Sobre el futuro, a pesar de todo, parece mostrarse optimista, y piensa que “el mayor desafío que tenemos ahora es la justicia”.
Más sobre el conflicto en República Centroafricana, las consecuencias sobre la población y el papel de las religiones y de la Iglesia católica, en la entrevista completa, disponible solo para suscripciones.
Entrevista con Dieudonné Nzapalainga [íntegro]
En el nº 2.837 de Vida Nueva.
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