El fundador ha sido apartado, mientras se suceden otras denuncias en la Iglesia argentina
Carlos Miguel Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado
NICOLÁS MIRABET (BUENOS AIRES) | Carlos Miguel Buela hoy es un anciano que reside en el monasterio de San Isidro de Dueñas, en Palencia. Arrugado y con unos pocos pelos blancos, en los 80 fue un sacerdote tenaz y emprendedor, hasta el punto de fundar la familia religiosa del Verbo Encarnado: el Instituto del Verbo Encarnado (IVE), en 1984, y el Instituto de las Servidoras del Señor y la Virgen de Matará (SSVM), en 1988. Con su casa matriz y generalicia en la ciudad argentina de San Rafael, Mendoza, ambas instituciones han florecido en diversas partes del mundo y se encuentran en más de 30 países.
Sin embargo, los miembros del IVE más cercanos a Buela han sabido manejar la información para ocultar por qué su fundador fue “recluido” en el monasterio palentino. Motivos no le faltaron al papa Benedicto XVI para condenarlo a una “vida de oración y recogimiento”. Entre las razones de su destitución figuran, principalmente, los abusos a más de 20 sacerdotes (todos mayores de edad); pero también se cuentan faltas de caridad, problemas con el alcohol y lujosos viajes con alojamiento en costosos hoteles. A su vez, el papa Francisco le ratificó la pena, pero el motivo de la reclusión de Buela siempre se presentó como una renuncia por problemas de salud y de avanzada edad.
El escándalo de Buela vuelve a salir a la luz por la reciente denuncia de Luis (nombre con que se dio a conocer ante la prensa), un joven de 31 años que manifestó haber sido “víctima de abusos del Instituto Menor en el Verbo Encarnado” cuando tenía 12 años, por otros sacerdotes del IVE.
Luis relató al portal MDZ: “En 1997 me ocurrieron cuatro abusos sexuales en poco tiempo, en un mismo mes; en 2005 se lo conté al superior, Gabriel Zapata; más adelante, el año pasado, me di cuenta de que no se había hecho nada y repetí la denuncia al obispo de San Rafael, Eduardo Taussig. Él tomó mi denuncia, esta vez por escrito, y decidí no hacer la denuncia civil porque estoy esperando que la Iglesia determine algo”.
Enseguida, el IVE –a través de su portavoz, P. Pablo Federico Rossi– emitió un escrito asegurando que sus autoridades en cuanto “tomaron conocimiento de las acusaciones procedieron inmediatamente conforme a las leyes canónicas vigentes, apartando de inmediato del ejercicio de su ministerio público a la persona acusada, haciéndola llevar una vida apartada de soledad y penitencia, desde hace ya diez años”.
Asimismo, Rossi confirmó que “el proceso del acusado y la próxima aplicación de las penas están en manos de la Santa Sede”. Y aclaró: “Ni este caso de Luis, ni ningún caso de abuso de menores, tienen nada que ver con el fundador” del IVE, Buela.
Aclaración del obispo
Ante tal escándalo, el obispo Taussig ofreció una rueda de prensa para aclarar que “el obispado, apenas tuvo noticia, por parte del damnificado, procedió a la debida investigación previa con responsabilidad y rapidez, y la elevó a la autoridad competente de la Santa Sede. Está esperando sus decisiones y mantiene un diálogo cordial con Luis”.
Sobre Buela, remarcó que “han surgido otras denuncias contra él, acciones en materia sexual que afectaron a religiosos y a seminaristas del Instituto”, pero “no se han constatado casos de abusos de menores atribuibles a él”.
Este caso es otra mancha más en la Iglesia argentina, que se suma a otros dos en Mendoza –las denuncias contra unos religiosos que abusaron de niños sordomudos en el Instituto Antonio Próvolo, y contra el padre Fernando Yáñez, administrador de un hogar de menores– y al del Instituto Religioso Discípulos de Jesús de San Juan Bautista, en Salta.
Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario
